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Historias de fe: Jacob

3/6/2022

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  • La vida de Jacob, hijo de Isaac y nieto de Abraham, fue una vida de lucha. Luchó en el vientre con su mellizo Esaú. Cuando nacieron, Esaú salió primero – pero Jacob salió inmediatamente después, agarrado del talón de Esaú. Fue un cuadro de lo que sucedería más tarde. Jacob sería de esos que toma a otros por el talón para hacerlos tropezar y poder aprovecharse de ellos.
  • Jacob también causó luchas en su familia. Fue un niño de mamá; su madre Rebeca lo prefería a él, mientras que su padre Isaac quería más a Esaú. Cuando Isaac estaba a punto de morir, Rebeca conspiró con Jacob para que recibiera la bendición de su padre en el lugar de su hermano.
  • Isaac le había pedido a Esaú, un gran cazador, que le trajera preparada la carne de algún animal del campo. Mientras Esaú salió a cazar, Rebeca mató un chivo y preparó su carne. Vistió a Jacob con las pieles del animal, para que su padre ya ciego lo sintiera velludo, como su hermano Esaú.
  • Su plan funcionó. Isaac sentía que algo no estaba bien cuando Jacob se presentó tan rápidamente con el animal preparado. Cuando sintió el vello del cabrito en sus brazos, quedó convencido. Le dio a Jacob la bendición que le correspondía a su hermano Esaú. Esa bendición era un compromiso. Eran palabras poderosas. No se podían retraer, sino que era como un contrato.
  • Cuando Esaú se enteró de lo que había hecho su hermano, se enfureció. Con su astucia, Jacob se había quedado con la bendición. Sin embargo, ahora tendría que huir del hogar. Decidió refugiarse en la casa de su tío Labán, a una buena distancia de donde vivía su hermano.
  • Cuando llegó a donde vivía su tío, también se encontró envuelto en una lucha. Jacob se había aprovechado de su padre y de su hermano con su astucia, pero ahora se encontró con alguien más astuto que él. Se enamoró de Raquel, la hija de Labán. Labán le dijo que se podía casar con ella, pero que tendría que pagarle con siete años de trabajo.
  • Jacob estuvo de acuerdo. De hecho, estaba tan enamorado de Raquel que los siete años pasaron de volada. El día de la boda, Jacob estaba muy entusiasmado. Por costumbre, no podría ver la cara de la novia durante la celebración. Al día siguiente, cuando se despertó al lado de su nueva esposa, descubrió que no era Raquel. ¡Era su hermana Lea!
  • Cuando Jacob le reclamó a Labán la mala jugada que le había hecho, su tío le respondió que no se podía casar la menor antes de la mayor. Así era la costumbre del pueblo. Pero sí Jacob le trabajaba otros siete años, podría también casarse con Raquel. Con su astucia, Labán le sacó 14 años de trabajo a Jacob y casó a sus dos hijas de una sola vez.
  • Pero allí no se acabó la lucha. También lucharon las dos esposas de Jacob. Al principio, Raquel no pudo tener hijos. Lea se burlaba de ella, y la vida doméstica de Jacob se convirtió en una telenovela. Por fin, terminó los años de trabajo que le debía a Labán y pudo regresar a su familia.
  • Pero Jacob se preguntaba cómo encontraría a su hermano Esaú. Habían pasado más de veinte años desde que salió de la casa. ¿Se habría calmado Esaú? ¿Podrían estar en paz? Jacob no estaba seguro. Supo que su hermano salía a su encuentro con cuatrocientos hombres. Para prepararse, dividió a su familia en dos campamentos. Pensó que, si Esaú atacaba a uno, el otro se podría librar.
  • Luego, envió a Esaú los siguientes regalos para ablandar su corazón. Los mandó por separado, para que cada nuevo regalo sirviera para suavizar más el corazón de Esaú. Esto es lo que le mandó: doscientas cabras, veinte chivos, doscientas ovejas, veinte carneros, treinta camellas con sus crías, cuarenta vacas, diez novillos, veinte asnas y diez asnos. (Génesis 32:14-15 NVI)
  • Por fin, Jacob hizo que sus dos esposas y sus hijos cruzaran el río Jaboc, y se quedó solo. Ahora se enfrentaría a la lucha más importante de su vida. Durante la noche, luchó con un hombre misterioso. Leamos la historia en Génesis 32:24-32.
  • Entonces un hombre luchó con él hasta el amanecer. 25 Cuando ese hombre se dio cuenta de que no podía vencer a Jacob, lo tocó en la coyuntura de la cadera, y esta se le dislocó mientras luchaban. 26 Entonces el hombre le dijo: —¡Suéltame, que ya está por amanecer!
  • —¡No te soltaré hasta que me bendigas! —respondió Jacob.
  • 27 —¿Cómo te llamas? —le preguntó el hombre.
  • —Me llamo Jacob —respondió.
  • 28 Entonces el hombre le dijo:
  • —Ya no te llamarás Jacob, sino Israel, porque has luchado con Dios y con los hombres, y has vencido.
  • 29 —Y tú, ¿cómo te llamas? —le preguntó Jacob.
  • —¿Por qué preguntas cómo me llamo? —le respondió el hombre.
  • Y en ese mismo lugar lo bendijo. 30 Jacob llamó a ese lugar Penuel, porque dijo: «He visto a Dios cara a cara, y todavía sigo con vida».
  • 31 Cruzaba Jacob por el lugar llamado Penuel, cuando salió el sol. A causa de su cadera dislocada iba rengueando. 32 Por esta razón los israelitas no comen el tendón que está en la coyuntura de la cadera, porque a Jacob se le tocó en dicho tendón.
  • Por un momento, ponte en el lugar de Jacob. Se siente nervioso ante el encuentro con su hermano. Se encuentra solo en medio de la noche fresca y oscura, oyendo solamente a los grillos. De repente, sin que sepa cómo sucedió, se encuentra forcejeando con un hombre misterioso que ha salido de quién sabe dónde. Durante toda la noche lucha con este desconocido.
  • Por fin, a Jacob, este hombre que ha vivido siempre de su fuerza y de su astucia, el hombre misterioso lo toca en la cadera. Con la cadera dislocada, no tendría fuerza para luchar. Terminaría renqueando. Cada paso que tomaba sería un recuerdo de aquella noche extraña, y jamás tendría la fuerza de antes.
  • Pero ahora Jacob sería un hombre transformado. Al día siguiente, cuando cruzó el río para encontrarse con su hermano, fue un hombre diferente. Dejó las artimañas y mostró un arrepentimiento sincero. Había sido marcado y transformado por la lucha nocturna.
  • ¿Con quién había luchado Jacob? Había luchado con el ángel del Señor, una manifestación física de Dios mismo. No había sido un simple ángel; más bien, fue Dios. Así mismo lo reconoció Jacob cuando dijo: He visto a Dios cara a cara, y todavía sigo con vida. Había luchado con Dios, y había vencido.
  • Claro, no había vencido a Dios. Hay un detalle de la historia que nos lo demuestra. Cuando la figura le pregunta a Jacob cuál es su nombre, Jacob se lo dice. Pero cuando Jacob le pregunta al hombre cómo se llama, el hombre no se lo dice. En el mundo antiguo, se creía que saber el nombre de alguien implicaba tener algún poder sobre esa persona.
  • Por lo tanto, al no revelarle su nombre, el visitante nocturno mantuvo su autoridad sobre Jacob – a pesar de que le dejó ganar, por un rato, en la lucha. Al final del encuentro, lo bendijo y le cambió de nombre. Ya no sería Jacob, el engañador. Sería Israel, el que lucha con Dios. Este nombre también le quedaría al pueblo que de él descendería.
  • Esta historia es mucho más que un relato histórico. Es un cuadro de la fe que Dios nos llama a tener. Como Jacob, podemos tratar de salir adelante con fuerza o astucia. Sin embargo, hasta que luchemos con Dios en fe, jamás seremos personas completas.
  • ¿Cómo luchamos con Dios? Jamás le vamos a ganar a Dios, por supuesto. Pero se presentan circunstancias en nuestra vida que se parecen a esa noche oscura y misteriosa en la que Jacob luchó con aquel hombre que resultó ser Dios. No entendemos lo que está pasando. No sabemos por qué suceden las cosas. Pero en medio de la oscuridad, tenemos que decidir si vamos a agarrarnos de Dios o si lo vamos a soltar.
  • Podemos agarrarnos de la cruz. No me refiero a tener una cruz en la mano, sino en el corazón. En los momentos en que dudamos del amor de Dios, podemos ver en la cruz de Jesús la garantía de que Dios nos ama y que él está con nosotros. Podemos agarrarnos de Jesús como Jacob se agarró de él, pero sabiendo lo que él no sabía – que ese mismo Dios vendría para rescatarnos.
  • La fe no siempre es tranquila y bonita. El Salmo 23, que describe nuestro caminar con Dios, habla de descansar junto a aguas tranquilas – pero también hace referencia a pasar por el valle de la sombra de muerte. La fe se expresa en la decisión de no soltar a Dios cuando no comprendemos sus caminos.
  • Lo que debemos comprender es que nuestra fe sólo puede madurar si pasamos por ese proceso. Jacob sólo podría convertirse en Israel, el padre de una gran nación, después de luchar toda la noche con Dios. Y nosotros sólo podremos convertirnos en héroes de la fe si pasamos por esa lucha también.
  • Nos puede suceder en medio de una crisis familiar. O puede suceder después de la pérdida de un ser querido. Pasé por una de mis noches oscuras cuando falleció mi padre. Tuve que luchar con Dios preguntándome por qué, justo antes de la jubilación que él había pensado disfrutar con mi madre, tuvo que morir. Hubo largos momentos de lucha en oración. Pero Dios usó esa experiencia para cambiar cosas en mí también. Creo que ya no soy la misma persona.
  • Dios trabaja en nuestras vidas en un proceso. Quisiéramos que Dios, como un hada madrina, nos tocara con su varita mágica y nos transformara al instante. Pero no es así como trabaja Dios. Él dispone las circunstancias de nuestra vida para llevarnos a la transformación en un proceso que produce hijos e hijas de madurez y carácter.
  • Puede ser que algunos de esos encuentros nos dejen renqueando, pero terminará en bendición para nosotros. No creas la mentira de que tener fe significa pasar sólo momentos bonitos en la vida. A veces Dios nos lleva a noches oscuras y momentos de gran misterio. En esos momentos, si no nos soltamos de él, podemos ser transformados y recibir una gran bendición. 
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