El poder de la reconciliación• Hace algunos días, mientras caminaba por el parque, le pedí a Dios que me mostrara qué quería para nuestra iglesia este año. Una cosa me vino a la mente. Es el tema de la reconciliación. Me quedé convencido de que Dios desea que el año 2024 sea un año de reconciliación.
• En realidad, la reconciliación está al centro del evangelio. Jesús nos contó una historia para mostrarnos el poder de la reconciliación. Es una historia muy conocida, y quizás la hayas oído más de una vez. Sin embargo, quiero invitarte a escucharlo esta mañana como si fuera la primera vez, confiando en que Dios siempre tiene algo nuevo y fresco para nosotros en su Palabra. • Es la historia de un joven, el menor de dos hermanos, que se cansó de vivir bajo el mismo techo que su padre. La vida en su pueblo era muy aburrida. Quería gozar de su juventud, y su papá tenía los medios. Por fin, el joven se acercó a su padre y le dijo: Papá, dame lo que me va a corresponder de tus bienes en herencia. El papá decidió repartir los bienes entre sus dos hijos. • El hijo menor se fue a vivir lejos de su familia. Con el dinero que había recibido de su padre hizo muchos amigos. Se la pasaba de fiesta en fiesta, gozando de todo lo que la ciudad ofrece. Pasó el tiempo, sin embargo, y se le fue acabando el dinero. Al fin se quedó en la miseria, y tuvo que buscar trabajo. El único que consiguió fue un trabajo en la pocilga, dando de comer a los marranos. • Aunque trabajaba, pasaba mucha hambre. Todos sus amigos de parranda se habían esfumado. Por fin, volvió en sí. Pensó: Los jornaleros de mi padre viven bien, con bastante comida. ¿Para qué me voy a morir de hambre? Volveré a casa y le diré a mi padre que no soy digno de ser tratado como su hijo. Se levantó y tomó el largo camino a casa. • Todavía estaba lejos cuando su padre vio que su hijo perdido se acercaba. Su corazón se llenó de compasión y salió corriendo para encontrarlo. Cuando llegó a donde estaba su hijo, el joven comenzó a decirle: Papá, he pecado contra Dios y contra ti. Ya no merezco que me llames hijo. Pero su papá no lo dejó terminar. • Llamando a uno de sus siervos, el padre lo mandó a traer ropa y calzado para su hijo. También le dijo que le trajera uno de sus anillos, indicando que el joven sería tratado como su hijo. Mandó matar al ternero más gordo y prepararlo para una fiesta en celebración del regreso de su hijo perdido. • Mientras tanto, el hermano mayor estaba en el campo. Cuando regresó a casa, escuchó música y danza. Sin entrar a la casa, llamó a uno de los sirvientes y le preguntó qué estaba pasando. El sirviente le explicó que su hermano menor había regresado a casa, y su padre había hecho fiesta para recibirlo. • El hermano mayor se indignó y no quiso entrar a la casa. Cuando su padre salió para pedirle que entrara, su hijo le respondió: ¡Tantos años he vivido contigo como buen hijo haciendo todo lo que me pides, y ni siquiera un cabrito me has ofrecido para celebrar con mis amigos! Pero regresa este hijo tuyo, que ha malgastado tu fortuna con mujeres, ¡y mandas matar el ternero más gordo! • Su padre le contestó: Mi hijo, tú siempre estás conmigo. Todo lo que tengo es tuyo. Pero teníamos que hacer fiesta y alegrarnos, porque tu hermano que estaba muerto ha vuelto a vivir. Estaba perdido, pero lo hemos encontrado. • Esta historia se encuentra en Lucas 15:11-32, y nos revela tres cosas importantes acerca de la reconciliación. Primero, el padre de la historia nos demuestra el corazón reconciliador de Dios. Es que todos nosotros somos como el hijo menor de la historia. Todos nos hemos alejado de Dios. La Biblia dice que todos han pecado y están destituidos de la gloria de Dios. Todos nos fuimos de casa. • Sin embargo, desde el principio, Dios ha mostrado su corazón de reconciliación. Cuando Adán y Eva pecaron, la Biblia nos dice que Dios fue a buscarlos. Dios sabía muy bien dónde estaban y qué habían hecho, pero llamó a Adán: Adán, ¿dónde estás? Fue una invitación a reconocer su error y reconciliarse con su Padre celestial. • Milenios después, cuando el pueblo que Dios rescató para sí mismo le había dado la espalda y se había ido tras otros dioses, mandó este mensaje por medio del profeta Jeremías: “¡Vuelve, apóstata Israel! No te miraré con ira”, afirma el Señor. “No te guardaré rencor para siempre, porque soy misericordioso”, afirma el Señor. “Tan solo reconoce tu culpa y que te rebelaste contra el Señor tu Dios.” (Jeremías 3:12-13 NVI) • El momento culminante del plan de Dios fue la muerte de Jesús en la cruz. Con su muerte, Jesús abrió el camino para que nos reconciliáramos con Dios y fuéramos perdonados. Por la fe en él, volvemos a casa. Dios nos recibe como sus hijos. Jesús comparte su herencia con nosotros. • De una y mil maneras, Dios nos muestra que su corazón siempre desea la reconciliación. Nos busca. Nos llama. Nos muestra su bondad, para que reconozcamos nuestra culpa y nos volvamos hacia él. Si te has alejado de Dios, vuelve hoy. Que este sea el año de tu reconciliación con tu Padre celestial. • Segundo, el hijo mayor nos demuestra la necesidad de reconciliarnos con otros. Nos muestra la actitud que debemos tener si somos hijos de Dios. En la historia se hizo de una gran fiesta de alegría y celebración. Sin embargo, el hijo mayor se quedó afuera de la fiesta. En lugar de gozarse con su padre, se amargó e hizo berrinche. • A veces nosotros también nos portamos así. Sin darnos cuenta, sentimos envidia de los que se van acercando a Dios. Queremos que nos reconozcan por ser buenos cristianos en lugar de alegrarnos cuando alguien se reconcilia con el Padre. Nos excluimos de la gran celebración que hay en el cielo cuando un pecador se arrepiente. • Jesús dejó la historia inconclusa. No sabemos si el hijo mayor entró a la fiesta o no. La historia queda inconclusa porque representa una invitación para cada uno de nosotros. Representa una invitación a entrar a la fiesta y celebrar con nuestros hermanos en Cristo en lugar de criticar y rechazar. Cambiemos la amargura por el gozo del Señor. Perdonemos. Aceptemos. Amemos. • Tercero, la historia nos sirve como llamado a ser agentes de reconciliación. Lo que Dios desea es que todos se reconcilien con él. Nos ha llamado a ser sus agentes de reconciliación. Así lo expresa 2 Corintios 5:20-21. Así que somos embajadores de Cristo, como si Dios los exhortara a ustedes por medio de nosotros: «En nombre de Cristo les rogamos que se reconcilien con Dios». Al que no cometió pecado alguno, por nosotros Dios lo trató como pecador, para que en él recibiéramos la justicia de Dios. (NVI) • Si has sido reconciliado con Dios por medio de la muerte de Jesucristo, ahora eres su embajador. Eres su representante aquí en la tierra. Tienes la tarea de invitar a otros a reconciliarse también con Dios. Puedes llevar a otros hijos perdidos de regreso a casa. • Todavía recuerdo a muchas de las personas que me hablaron de Cristo. Recuerdo a mis maestros de escuela dominical que me enseñaron la Biblia. Recuerdo a mi maestro de primer grado que me presentó el evangelio. Aun conservo la primera Biblia que me regalaron mis padres hace 45 años. Todos ellos fueron parte de mi acercamiento a Dios. • Yo quiero hacer lo mismo para otros. Quiero ser parte de su acercamiento a Dios. ¿Y tú? ¿De qué maneras puedes dejar que Dios te use para que otros se reconcilien con él? ¿A quién le puedes dar un testimonio de Jesús? Dios nos reconcilia consigo por medio de Jesús para que vivamos en reconciliación y seamos reconciliadores.
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