PASTOR TONY HANCOCK
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La necesidad del evangelio

3/5/2023

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  • Tenía unos once o doce años. Había ido a la piscina para nadar con unos amigos, y estaba parado a la orilla conversando con una niña quizás dos años menor que yo. De repente, se me metió a la cabeza una idea loca. ¡La podía empujar para que se cayera a la piscina! Ella no sabía nadar, pero eso no era ningún problema. Después yo la podría rescatar.
  • Tan pronto entró el pensamiento en mi mente, decidí actuar. Con un fuerte empujón logré que la niña cayera el agua. Allí estaba, moviendo los brazos y tratando de flotar. La saqué, pero como se han de imaginar, su madre no estaba muy contenta conmigo. Le tuve que pedir muchas disculpas.
  • Seguramente algunos de ustedes están pensando: ¡Pastor! ¡Qué mala persona es usted! No lo niego. Pero tengo que preguntarte: ¿Nunca has hecho nada parecido? ¿Nunca se te ha ocurrido hacer algo por pura maldad? Creo que todos somos iguales. Estoy seguro de que puedes recordar muchas ocasiones en las que no hiciste lo correcto.
  • Todos tenemos una inclinación hacia el mal que nos lleva a pecar. Algunos dicen que somos buenos. A ellos les pregunto, ¿por qué hay tanto crimen? Aun entre la gente que lo tiene todo – dinero, educación, atención médica – vemos maldad. Hacemos el mal porque tenemos malos deseos.
  • El otro día escuché a un predicador – fíjate, un predicador – que decía que la gente es buena. ¿Cuál fue su razonamiento? Dijo que la mayoría de la gente no mata, la mayoría de la gente no viola, la mayoría de la gente no comete grandes delitos. De inmediato, me pregunté: ¿Por qué no lo hacen? ¿Por qué son buenos? Más bien, es porque les tienen miedo a las consecuencias.
  • El que no ha traicionado a su esposa, pero ha mirado pornografía, ya pecó contra ella y contra Dios. Tiene mal corazón. La que no mató a nadie, pero destruye a todos con sus chismes e indirectas, ya pecó contra sus prójimos y contra Dios. Todos hemos pecado. Nadie es bueno, menos Dios.
  • Pero ¿será tan grave la situación? Veamos lo que nos dice la Biblia en Romanos 5:12-14. Por medio de un solo hombre el pecado entró en el mundo, y por medio del pecado entró la muerte; fue así como la muerte pasó a toda la humanidad, porque todos pecaron. Antes de promulgarse la ley, ya existía el pecado en el mundo. Es cierto que el pecado no se toma en cuenta cuando no hay ley; sin embargo, desde Adán hasta Moisés la muerte reinó, incluso sobre los que no pecaron quebrantando un mandato, como lo hizo Adán, quien es figura de aquel que había de venir.
  • Todos tenemos un antepasado, Adán. Eso nos hace a todos iguales. La raza humana es una sola porque todos descendemos de un solo hombre. Ese hombre tomó una mala decisión. Desobedeció el único mandato que Dios le había dado y se rebeló contra Dios. Cuando tomó esa mala decisión, el pecado entró al mundo. Es más, con el pecado vino la muerte.
  • Algunas personas le quieren echar toda la culpa a Adán. Dicen: ¿cómo es justo que yo pague por lo que hizo ese hombre hace tanto tiempo? Regresemos a la Biblia. Dice: fue así como la muerte pasó a toda la humanidad, porque todos pecaron. Si bien es cierto que el pecado entró por medio de Adán, todos hemos hecho lo mismo que hizo él. Dios no te va a condenar por el pecado de Adán, sino por tu pecado. La realidad es que todos hemos pecado.
  • El hecho de tener la ley que Dios nos ha dado simplemente empeora las cosas. La ley es perfecta, pero pone a relucir nuestro pecado. El pecado ya estaba condenando a la gente antes de que Moisés recibiera los Diez Mandamientos, pero los mandamientos nos condenan aún más. Hay personas que piensan justificarse ante Dios guardando las leyes. Si les preguntas cómo piensan llegar al cielo, te dirán: Soy una buena persona. Trato de guardar los Diez Mandamientos.
  • Pero aquí está el problema. Santiago nos dice esto: Porque el que cumple con toda la ley, pero falla en un solo punto ya es culpable de haberla quebrantado toda. (Santiago 2:10) Lo que esto significa es que no importa cuántas veces hemos guardado la ley. Si la violamos una vez, ya somos culpables.
  • Sería como si alguien compareciera ante un juez acusado de homicidio. El acusado presenta su defensa: Señor juez, es verdad que maté a ese hombre. Pero ¡fíjese en todas las personas que no he matado! ¡Para qué se va a fijar en un homicidio si hay tantas personas que he dejado con vida!
  • Obviamente, ningún juez aceptaría ese argumento. Ante Dios, no nos hacemos justos por obedecer muchas veces sus leyes. Nos mostramos pecadores por las veces que hemos desobedecido. Por eso, la Biblia dice en otro lugar: «No hay un solo justo, ni siquiera uno; no hay nadie que entienda, nadie que busque a Dios. Todos se han descarriado, a una se han corrompido. No hay nadie que haga lo bueno; ¡no hay uno solo!» (Romanos 3:10-12)
  • Nos podemos imaginar a toda la humanidad como pasajeros en un crucero que se está hundiendo. Podríamos hacer una gran fiesta en la cubierta del barco, pero eso no cambiaría el hecho de que se está hundiendo. Podríamos decir: Si todos están aquí, las cosas no pueden estar tan mal, pero eso no cambiaría la realidad de que vamos a morir. Todos hemos pecado y nos estamos muriendo en nuestra alma, en nuestro espíritu y en nuestro cuerpo. El pecado nos está destruyendo.
  • La gran noticia del evangelio es que la historia no termina allí. Sigamos leyendo en Romanos 5, ahora los versos 15 al 17.
  • Pero la transgresión de Adán no puede compararse con la gracia de Dios. Pues, si por la transgresión de un solo hombre murieron todos, ¡cuánto más el don que vino por la gracia de un solo hombre, Jesucristo, abundó para todos! Tampoco se puede comparar la dádiva de Dios con las consecuencias del pecado de Adán. El juicio que lleva a la condenación fue resultado de un solo pecado, pero la dádiva que lleva a la justificación tiene que ver con una multitud de transgresiones. Pues, si por la transgresión de un solo hombre reinó la muerte, con mayor razón los que reciben en abundancia la gracia y el don de la justicia reinarán en vida por medio de un solo hombre, Jesucristo.
  • Volvamos a la comparación del crucero. ¿Has oído acerca del Titanic? Creo que es el naufragio más famoso de toda la historia. Los constructores de ese barco lo consideraban incapaz de hundirse, pero se equivocaron. Cuando se hundió después de estrellarse con un témpano de hielo, más de 1.500 personas fallecieron.
  • Uno de los problemas del Titanic es que sólo tenía botes salvavidas para la mitad de las personas que había a bordo. No había suficiente espacio para que todos se salvaran. No había manera en que todos cupieran en los botes salvavidas. Pero para nosotros sí hay suficiente cupo en el bote salvavidas. Dios nos ofrece la manera de escaparnos del barco que se está hundiendo y quedar a salvo, y esa manera es suficiente para todos.
  • La manera en que podemos ser libres de las consecuencias de nuestro pecado y vivir de verdad es por la gracia de Dios, que él nos ha dado por medio de Jesús. Cuando hablamos de la gracia de Dios, es importante aclarar a qué nos referimos. La gracia significa varias cosas diferentes.
  • Cuando algo nos parece chistoso, podemos decir que nos causó mucha gracia. Pero la gracia de Dios no es ningún chiste. También podemos decir que una persona se mueve con gracia, pero la gracia de Dios no es así tampoco. La gracia de Dios es el favor que él nos muestra sin que hagamos nada para merecerlo.
  • Jesús contó una historia que demuestra la gracia de Dios. Es la historia de un joven que decidió irse de la casa para gozar de la vida. Le pidió a su padre que le adelantara lo que le iba a corresponder de la herencia, y se fue a la ciudad para derrochar su fortuna en la mala vida.
  • Pero un día, se le acabó todo lo que llevaba consigo. Se vio obligado a trabajar dando de comer a unos asquerosos cerdos. Por fin, recapacitó y decidió regresar a su padre. Pensó que de ninguna manera lo recibiría como hijo, pero quizás le daría trabajo como cualquier empleado.
  • Sin embargo, cuando llegó a casa, ¡su padre lo recibió con los brazos abiertos! Le dio ropa nueva, calzado nuevo y un anillo para indicar que volvía a ser parte de la familia. También hizo una fiesta para celebrar su regreso a casa. ¿Qué merecía ese hijo? Merecía el rechazo. Al pedirle al padre que le diera su parte de la herencia, le había dado a entender que más le servía muerto que vivo.
  • El padre fácilmente le podría haber dicho: Estás muerto para mí. Pero no lo hizo. Le dio todo lo que no merecía. Así es la gracia de Dios. Recibe al pecador y le da lo que no se merece. Dios nos ofrece su gracia en base a lo que Jesús hizo por nosotros. Su sacrificio en la cruz es suficiente para pagar la deuda de todo el mundo.
  • Así lo declara el apóstol Juan: Él es el sacrificio por el perdón de nuestros pecados, y no solo por los nuestros, sino por los de todo el mundo. (1 Juan 2:2) El sacrificio de Jesús es suficiente para dar vida a todos. Es suficiente para deshacer todo el pecado de la humanidad y rescatarnos a todos de la muerte. El bote salvavidas tiene espacio para todos.
  • Pero hay un detalle. Esa gracia se tiene que recibir. Hemos leído en Romanos 5:17: con mayor razón los que reciben en abundancia la gracia y el don de la justicia reinarán en vida por medio de un solo hombre, Jesucristo. Tenemos que recibir la gracia de Dios por fe. Tenemos que entregarnos a él y confiar en él si queremos ser salvos.
  • Hay suficiente espacio en el bote salvavidas para todos, pero sólo serán salvos los que dejan el crucero del pecado que se está hundiendo y se trasladan por fe a estar en Jesús. La Biblia declara que, si confiesas con tu boca que Jesús es el Señor y crees en tu corazón que Dios lo levantó de entre los muertos, serás salvo. (Romanos 10:9)
  • Si estás aquí y nunca has tomado esa decisión, hoy puede ser el día de tu salvación. Hoy puedes dejar de ir rumbo a la muerte y comenzar a vivir de verdad, para siempre. Arrepiéntete del pecado y entrégale tu vida a Jesús. Él puede y quiere salvarte.
  • Si tú ya conoces a Jesús, compártelo. Romanos 10:14 dice esto: Ahora bien, ¿cómo invocarán a aquel en quien no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán si no hay quien les predique? Hay gente que nos rodea que va rumbo a la destrucción. Pasarán la eternidad sin Dios, pero nosotros podemos mostrarles la solución.
  • Aprendamos a ver a las personas como Dios las ve. La realidad más importante acerca de cualquier persona no es su raza, su nivel de educación o su estado económico. Lo más importante es si conoce a Jesús o no. Si no lo conoce, nosotros se lo podemos presentar.
  • Comencemos con oración. Durante estos treinta días, te hemos invitado a orar por una persona que necesita a Jesús. Cuando oramos, Dios prepara su corazón para recibir el mensaje. Él también nos mostrará cómo compartirle el evangelio. Ahora es cuando. Este es el momento para compartir a Cristo, con amor, con sinceridad y con paciencia. ¿Qué harás tú con el evangelio?
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