PASTOR TONY HANCOCK
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La solución a nuestro problema

7/7/2019

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  • Hace muchos años visité a algunos familiares en el oeste del estado de Oklahoma.  Si no lo conoces, el oeste de Oklahoma es muy plano.  Fuera de los pocos pueblos hay grandes extensiones de campos sembrados y de pastizales, conectados por carreteras rurales de grava.
  • Iba manejando campante por una de esas carreteras de grava a una velocidad de 85 ó 90 Km por hora cuando, de repente, se me reventó una llanta.  Perdí el control del vehículo, el cual salió de la carretera y se metió por debajo de un alambre de púas a un pastizal lleno de vacas.
  • Ahora tenía un problema.  Me encontraba dentro de un enorme campo cercado, acompañado de una manada de vacas que me observaban con cierta curiosidad y sin manera obvia de salir del alambrado.  Me hacía falta un liberador.  Mi salvación tomó la forma de un ganadero anciano, que apareció al volante de una camioneta.
  • Parecía no sorprenderle el hecho de que me encontrara dentro de su pastizal acompañando a sus vacas.  Le pregunté por dónde salir, y me mostró la pequeña manija que abría el portón del alambrado.  Dije adiós a las vacas y pronto me encontré nuevamente en el camino a casa.
  • Tú y yo también tenemos un problema.  Nos hace falta que alguien nos rescate de este problema.  De hecho, el problema del que hablo es nuestro peor problema, nuestro problema verdadero.  A veces pensamos que nuestro problema es que nos falta dinero.  Sin embargo, puedes tener todo el dinero del mundo, pero si no se resuelve tu verdadero problema, quedarás vacío.
  • Algunos creen que su problema es la falta de amistades y posición social.  Si todo el mundo me quisiera, piensan, sería feliz.  Pero la admiración de la gente sólo te llena por un rato.  Si tu corazón no es feliz, no importa cuántos te amen.  Nunca será suficiente.
  • Otros piensan que su problema se resolvería si pudieran satisfacer todos sus deseos físicos.  Si tuvieran siempre la comida más rica, una vida romántica plena y suficientes lujos y comodidades, la vida valdría la pena.  Pero el placer termina aburriendo.  No es capaz de satisfacer nuestras necesidades más profundas.
  • ¿Cuál es nuestro verdadero problema?  Nuestro verdadero problema es el pecado.  Es pecado todo lo que hacemos, pensamos o decimos que deshonra a Dios y nos aleja de su gloria.  Si nos ponemos a pensar, nos daremos cuenta de que pecamos con demasiada frecuencia.  Es más, el pecado tiene efectos terribles.  Nos separa de Dios.  Daña nuestras relaciones con los demás.  Nos condena a la muerte y el castigo eterno.
  • No es que simplemente pequemos de vez en cuando.  Nos gusta creer que somos personas buenas que simplemente cometen un error a veces.  La realidad es que el pecado satura todo nuestro ser, a tal grado que estamos totalmente alejados de lo que Dios quiere para nosotros.
  • Por eso, no es suficiente con simplemente hacer un gran esfuerzo por no pecar.  ¿Alguna vez lo has hecho?  Por más que nos esforcemos, por más que lo intentemos, no logramos dejar de pecar por completo.  Por eso nos hace falta un liberador.  Nos hace falta alguien que venga a rescatarnos.
  • Jesús vino para rescatarte de tu verdadero problema.  El vino a este mundo, a nuestro campo de batalla, y peleó contra nuestro peor enemigo.  Él hizo lo que nosotros nunca habíamos podido hacer.  Venció la tentación, venció a Satanás y derrotó al pecado con todos sus efectos dañinos.  
  • La semana pasada hablamos del bautismo de Jesús, ese momento cuando él mostró su solidaridad con nosotros.  Se puso la camiseta de nuestro equipo.  Leamos en Mateo 4:1-2 lo que pasó después:​ Luego el Espíritu llevó a Jesús al desierto para que el diablo lo sometiera a tentación. 2 Después de ayunar cuarenta días y cuarenta noches, tuvo hambre.  (NVI)
  • Entonces llegó Satanás para tentarlo.  Aprovechando el hambre, le dijo: —Si eres el Hijo de Dios, ordena a estas piedras que se conviertan en pan.  (Mateo 4:3 NVI)  Jesús, como Dios, tenía el poder de convertir las piedras en pan.  Pero como hombre, él debía vivir en dependencia absoluta sobre su Padre.  Satanás le estaba tentando a satisfacer los deseos de su cuerpo sin someterse a su Padre celestial, sin vivir por fe.
  • Jesús le respondió citando la Palabra de Dios: —Escrito está: “No solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”.  (Mateo 4:4 NVI)  Entonces el diablo usó otra táctica.  Decidió apelar al deseo humano de recibir reconocimiento, el anhelo por la popularidad.  Llevó a Jesús al lugar más alto del templo, que era también el lugar más alto de la ciudad.  Entonces le dijo:
  • —Si eres el Hijo de Dios, tírate abajo. Porque escrito está: »“Ordenará que sus ángeles te sostengan en sus manos, para que no tropieces con piedra alguna”».  (Mateo 4:6 NVI)  Viendo que Jesús se defendía con la Palabra de Dios, el diablo decidió torcer la Palabra y usarla en su contra.  Sacando un versículo de su contexto, trató de convencer a Jesús que se tirara para que todos vieran a los ángeles venir a rescatarlo.
  • Jesús no se dejó engañar.  Su respuesta fue: —También está escrito: “No pongas a prueba al Señor tu Dios”.  (Mateo 4:7 NVI)  Por fin, el diablo decidió tentarlo con las posesiones.  Lo llevó a una montaña muy alta y le mostró todos los reinos del mundo, con todo su esplendor.  Las grandes ciudades, las minas, los campos, todo lo que la humanidad produce – todo esto se lo mostró.
  • Luego dijo: —Todo esto te daré si te postras y me adoras.  (Mateo 4:9 NVI)  Pero Jesús no se dejó llevar.  —¡Vete, Satanás! —le dijo Jesús—. Porque escrito está: “Adora al Señor tu Dios y sírvele solamente a él”.  (Mateo 4:10 NVI)  Entonces el diablo lo dejó, y unos ángeles vinieron a servirle.
  • Jesús enfrentó toda la misma clase de tentaciones que nosotros enfrentamos.  Todos enfrentamos la tentación de satisfacer los deseos de nuestro cuerpo de manera equivocada.  En el área sexual, estas tentaciones son especialmente engañosas.  Una aventura o una simple fantasía sexual nos ofrece la sensación de conexión con otra persona, pero al final nos dejará vacíos.
  • En la cultura materialista en la que vivimos, es muy fácil vivir insatisfechos con lo que Dios nos ha dado.  Vemos lo que tiene el vecino o el hermano de la iglesia, y deseamos tener lo mismo.  La codicia, la avaricia y la envidia nos llevan a muchas otras cosas dañinas.
  • La presión social nos lleva a muchos lugares indebidos.  En la juventud, muchos se envician con el cigarro o la cerveza para verse cool.  Como adultos, hacemos lo que describió alguien de la siguiente manera: gastamos dinero que no tenemos en comprar cosas que no necesitamos para impresionar a gente que no queremos.
  • Jesús enfrentó todas estas tentaciones – pero él no se dejó llevar.  Él venció la tentación.  Y la historia no se acaba allí.  Él llevó su victoria hasta la cruz, donde venció el pecado que nos tenía prisioneros.  Jesús es más que un simple ejemplo.  Él no se quedó mirándonos con cara de disgusto, diciendo: ¿Por qué no pueden ustedes resistir la tentación, si yo lo hice?
  • Más bien, él llevó la culpa de todas las veces que no hemos resistido la tentación hasta la cruz.  Allí se ofreció para sufrir la condena que nosotros merecíamos.  Por su muerte en la cruz nos ofrece la solución a nuestro problema.  Por su muerte en la cruz nos ofrece el perdón.
  • Si quieres aprender a vencer la tentación, allí es donde tienes que comenzar.  Nunca podrás vivir en victoria y vencer la tentación si no estás viviendo en el perdón de Dios.  Este es el primer paso.  Quizás tú en esta mañana te estás esforzando por vivir mejor.  Hasta podrás decir: Me quiero acercar más a Dios, pero tengo que mejorar mi vida primero.
  • Eso nunca funcionará.  Primero tienes que acercarte por fe a Jesús y entregarle toda tu culpa.  Todo lo que a ti más te avergüenza, a él no le sorprende.  Entrégale tu carga, y recibe su perdón y su amor.  Deja que su perdón te inunde, como las olas del mar, y que lleve toda tu culpa a las profundidades.  Arrepiéntete y déjale tu pecado a él.
  • Con eso comienza la victoria sobre la tentación.  El segundo paso nos lo mostró Jesús cuando él fue tentado por el enemigo.  Tenemos que defendernos con la verdad de Dios.  Jesús se defendió citando la Biblia.  Él había guardado en su corazón la misma Palabra de Dios.  Cuando el enemigo quiso convencerlo con sus mentiras, él pudo responder con la verdad.
  • Es esencial que llenemos nuestra mente con la verdad de la Palabra.  Veo a muchos creyentes que viven en un nivel de mediocridad y frustración, y lo reconozco – porque yo también a veces me encuentro allí.  ¿Por qué nos sucede?  Porque tenemos la mente dividida.  Las influencias nos jalan en direcciones opuestas.
  • Si tú conoces a Jesús como Señor y Salvador, tienes al Espíritu Santo morando en ti.  Él te impulsa hacia el bien.  Pero si llenas tu mente con otras cosas – con las novelas o lo que ves en Internet o los consejos de gente incrédula – todo eso te llevará en otra dirección.  Si llegas a la casa del trabajo para pasar 2 ó 3 horas delante del televisor, pero no pasas ni un momento leyendo la Palabra, te llenas la mente de mentiras y nunca la limpias con la verdad.  No debe sorprenderte que vivas en frustración y derrota. 
  • En cambio, cuando pasas tiempo estudiando la Biblia, conversando con otros creyentes, en oración y en meditación, descubres un nuevo poder para vencer la tentación.  Todo el mundo busca un atajo, porque nos da flojera estudiar la Palabra de Dios.  Pero no hay atajo.
  • Romanos 12:2 dice así: No se amolden al mundo actual, sino sean transformados mediante la renovación de su mente.  (NVI)  Nuestra mente será transformada en la medida que la llenamos de la Palabra de Dios y dejamos que su Palabra cambie nuestra manera de pensar y de ver el mundo.
  • El tercer paso hacia la victoria en la tentación se encuentra en Mateo 26:41: Estén alerta y oren para que no caigan en tentación.  (NVI)  La oración es un arma poderosa contra el enemigo.  En la oración, nos sometemos a la voluntad de Dios.  En la oración tenemos intimidad con Dios, y dejamos que él nos hable.
  • Santiago escribió esto: Así que sométanse a Dios. Resistan al diablo, y él huirá de ustedes.  (Santiago 4:7 NVI)  Resistimos al diablo cuando nos sometemos a Dios, y nos sometemos a Dios mediante la oración.  No me refiero a rezar, a simplemente repetir una oración sin pensar en lo que decimos.  Me refiero, más bien, a luchar en oración; a buscar la presencia de Dios con la urgencia de encontrarlo.  Allí es cuando el diablo huirá de nosotros.
  • Le doy gracias a Dios por aquel granjero del que les conté al principio del mensaje, mi liberador del pastizal.  Pero le doy infinitamente más gracias a Dios por el Liberador que vino para rescatarnos del pecado.  Si tú quieres vivir en victoria sobre el pecado, sigue estos tres pasos.  Recibe el perdón de Jesús.
  • Esto no es sólo para el que no se ha convertido.  A veces, como creyentes, volvemos a tomar esa carga de culpa después de habérsela entregado a Cristo.  Si tu estás cargando con la culpa de tu pecado, déjala en la cruz, donde Jesús ya pagó por ella.
  • El segundo paso es llenar tu mente con la Palabra.  Léela cada día.  Estúdiala.  Memorízala.  Llena tu mente con la verdad en preparación para la batalla.  En tercer lugar, pasa tiempo en oración.  Si te sometes a Dios en oración, al diablo no le gusta; y aunque te moleste por un rato, al final tendrá que huir.  Nuestro problema tiene una solución.  Se llama Jesucristo.
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