PASTOR TONY HANCOCK
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La vida en la familia de Dios

11/3/2019

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  • Un niño llamado Oscar tenía la mala costumbre de dejar la ropa tirada en el piso cuando se acostaba.  Seguramente ningún niño de nuestra iglesia hace eso, ¿verdad?  Cierta mañana, su madre entró al cuarto para despertarlo y encontró un tiradero de ropa.  ¿Quién no colgó la ropa cuando se acostó? – preguntó la madre.
  • Una voz de la cama le respondió: Adán.  ¡Cierto!  Adán no tuvo que colgar la ropa cuando se acostaba.  Seguramente ustedes que son padres recuerdan muchas ocurrencias parecidas de sus propios hijos.  Aunque la vida familiar a veces tiene sus problemas, es una bendición pertenecer a una familia.
  • El Señor Jesús también tuvo una familia.  Siendo Hijo de Dios, nació de una virgen, pero creció en una familia humana.  Pasó horas con su padre aprendiendo el oficio de carpintero.  Como hijo mayor, tuvo un cuidado especial de su madre.  Tuvo pleitos con sus hermanos, quienes no creían que fuera realmente el Hijo de Dios.  Así son siempre los hermanos, ¿verdad?
  • A pesar de la vida familiar buena y normal que llevó, sin embargo, llegó un momento sorprendente cuando pareció rechazar a esa familia.  Dejó a todos boquiabiertos con su reacción.  Jesús ya había comenzado a predicar sobre el reino de Dios y a hacer milagros.  Su familia decidió buscarlo, quizás para llevarlo a casa a descansar un rato.
  • Cuando encontraron a Jesús, estaba en una casa enseñando a la gente.  Mandaron a alguien para llamarlo, quien llegó con el mensaje: Tu madre y tus hermanos están afuera y te buscan.  Al oír esto, Jesús preguntó: ¿Quiénes son mi madre y mis hermanos?  Luego, mirando alrededor hacia la gente que lo seguía, dijo: Aquí tienen a mi madre y a mis hermanos.  Cualquiera que hace la voluntad de Dios es mi hermano, mi hermana y mi madre.  (Marcos 3:31-35 NVI)
  • Lo que Jesús dice no es una simple comparación o ejemplo.  Sin despreciar a nuestra familia de sangre, él nos dice que pertenecemos a una familia aun más importante, una familia que durará para siempre.  Es la familia de Dios.  Si te has arrepentido del pecado y has puesto tu confianza en Jesús como Señor y Salvador, eres hijo o hija de Dios.  Eres parte de su familia.
  • Cada familia tiene sus costumbres y sus normas.  Así es también en la familia de Dios.  Si queremos disfrutar plenamente de la vida en la familia de Dios que es la iglesia de Jesucristo, tenemos que saber cómo comportarnos.  Esto es lo que Dios nos enseña en el pasaje de 1 Timoteo que leeremos hoy.
  • Pablo le está dando instrucciones al joven pastor Timoteo acerca de su manera de comportarse con los diferentes grupos dentro de la iglesia.  De esto podemos aprender todos acerca de la manera en que Dios quiere que nos tratemos unos a otros, para que la vida familiar de la iglesia sea una bendición.  Leamos 1 Timoteo 5:1-2.
No reprendas con dureza al anciano, sino aconséjalo como si fuera tu padre. Trata a los jóvenes como a hermanos; 2 a las ancianas, como a madres; a las jóvenes, como a hermanas, con toda pureza.  (NVI)
  • En la iglesia, como en cualquier familia, la vida familiar puede ser una alegría y una gran bendición.  También puede ser una fuente de frustración y amargura.  Todo depende de las actitudes que tenemos y la forma en que nos llevamos.  Un hogar donde hay gritos y pleitos constantes no será un lugar feliz.  Tenemos que trabajar todos juntos para que el hogar sea un lugar de comprensión, un lugar donde las diferencias se resuelven con amor.
  • De igual manera, tenemos que esforzarnos para que la iglesia sea un hogar cálido.  Si lo hacemos, nosotros mismos recibiremos bendición.  También podremos atraer a otros para que sean parte de la familia de Dios.  Aquí descubrimos tres cosas que podemos hacer como iglesia para cultivar el calor de nuestro hogar como familia de Dios.
  • La primera cosa que menciona el apóstol Pablo es el respeto que se debe llevar en la familia de Dios.  Le dice a Timoteo: No reprendas con dureza al anciano, sino aconséjalo como si fuera tu padre.  Sería muy fácil para Timoteo, como pastor joven, convertirse en un sabelotodo que regaña aun a los ancianos.  A veces a los líderes jóvenes se les suben los humos.
  • Así no debe ser en la familia de Dios.  Tiene que haber un respeto hacia los mayores.  Aun cuando tengan que recibir corrección, debe darse en forma de un consejo respetuoso.  Esto es lo que Dios siempre ha querido de su pueblo.  En Levítico 17:32 dice lo siguiente: Respeta a los ancianos.  Teme a tu Dios. Yo soy el Señor.  (NVI)
  • El avance de la tecnología a veces nos engaña.  Los más jóvenes muchas veces saben usar los aparatos más recientes, y se ríen de sus abuelos que ni siquiera los pueden prender.  Aunque tengan la inteligencia para usar la tecnología, les falta la sabiduría que sólo viene con la experiencia de la vida.  Por eso, tenemos que cultivar el respeto a los ancianos en la familia de Dios.
  • La segunda cosa que menciona el apóstol es la confianza que se debe tener en la familia de Dios.  Le dice a Timoteo: Trata a los jóvenes como a hermanos; a las ancianas, como a madres; a las jóvenes, como a hermanas…  Cuando vemos a los demás miembros de la iglesia, ¿cómo los vemos?  ¿Los consideramos amigos, conocidos, extraños?
  • Dios nos dice que debemos tratarlos de la manera que trataríamos a los miembros de nuestra propia familia.  La iglesia no es como un teatro, donde venimos a ocupar un asiento al lado de algún desconocido.  Es una reunión familiar.  Cuando vemos a los hermanos de nuestra edad, debemos cultivar la confianza con ellos.  A los menores debemos tratarlos como hermanitos, y a los mayores, como padres o madres.
  • En cierto modo, esto conlleva un riesgo.  Siempre corremos un riesgo cuando les damos confianza a los demás.  Es más fácil simplemente encerrarnos en nuestro propio mundo.  Pero si nos encerramos, comenzamos a enfriarnos lentamente.  Necesitamos a nuestros hermanos.  Tenemos que darles la confianza necesaria para llevarnos como hermanos, y también tenemos que extenderles la mano en compañerismo.
  • Tenemos varias maneras de conectarnos.  Si no perteneces al grupo de Facebook de la iglesia, mándame una petición de entrada.  También podemos comunicarnos por texto o por llamada telefónica.  Hay muchas maneras de mantener la comunicación.  Usemos esas vías para pedir oración cuando tengamos alguna necesidad.  Como algunos ya lo hacen, mandemos versículos y mensajes de ánimo.
  • Hermano, hermana, te invito a abrir tu corazón en compañerismo hacia los que te rodean y comenzar a verlos realmente por lo que son, tus hermanos en Cristo.  Ahora bien, eso nos lleva a la tercera cosa que Dios nos dice en estos versículos acerca la vida en su familia.  Se trata de la pureza en la familia de Dios.
  • La última frase del verso 2 dice: con toda pureza.  La iglesia no es un bar ni una discoteca.  No es un lugar de seducción.  Para los jóvenes puede ser un buen lugar para conocer a su futura esposa o futuro esposo, pero aun eso se tiene que hacer con pureza. 
  • El enemigo es muy astuto.  Él a veces se aprovecha de la confianza que surge dentro de la iglesia para tentarnos a ir más allá de lo correcto.  Puede tratarse simplemente de coqueteos, como también de cosas que van más allá – de aventuras o relaciones de fornicación.
  • Pero en la iglesia, todas estas cosas causan una especie de incesto espiritual.  Así como el incesto causa enorme daño en las familias, así también la falta de pureza en lo sexual causa muchos problemas en la iglesia.  Tenemos que esforzarnos siempre por guardar la pureza en las relaciones con los miembros de sexo opuesto.
  • Hace algunos años, me encontré en la calle con un vecino ya anciano.  Comenzamos a conversar, y le pregunté si asistía a alguna iglesia.  Me respondió: Apenas estoy comenzando con eso.  Luego me relató su historia.  Cuando era niño, salió una tarde a caminar por una vereda en el bosque.
  • De repente, vio de lejos un carro estacionado entre los árboles.  El carro se estaba moviendo, así que se acercó para ver lo que sucedía.  Al asomarse a la ventana, vio que adentro estaban el presidente de los diáconos de su iglesia y la directora del coro.  Se habían escondido en el bosque para tener un encuentro amoroso, porque ambos estaban casados con otras personas.
  • Esa experiencia dejó marcado al niño.  Se decepcionó por completo con la iglesia y con las cosas de Dios, y se alejó durante décadas.  Apenas en su vejez comenzaba a acercarse de nuevo.  Hermanos, cuando no cuidamos la pureza dentro de la iglesia, abrimos la puerta a que se haga mucho daño.
  • En este mundo, se oye mucho el refrán: Es mi cuerpo, y nadie tiene que decirme cómo usarlo.  Pero como creyentes, sabemos que nuestro cuerpo es del Señor.  Ya no somos nuestros; fuimos comprados con un precio.  Los solteros tenemos que comportarnos con pureza hasta el día de nuestra boda.  Los casados deben cuidar la santidad de su relación matrimonial para vivir en pureza.
  • Cuando lo hacemos, quedamos libres para disfrutar abiertamente del amor que Dios derrama en nuestros corazones.  En lugar de escondernos en rincones oscuros, podemos caminar confiadamente en comunión con toda nuestra familia de la fe – y con nuestro Padre celestial.
  • Dios nos ha hecho parte de su familia.  Disfrutemos esa realidad.  Acerquémonos a nuestros hermanos.  Respetemos a los mayores.  Luchemos por guardar la pureza de nuestro corazón.  Así podremos caminar juntos en familia, en medio de un mundo de soledad, y llamar a otros también a unirse a nuestra familia de amor.
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