PASTOR TONY HANCOCK
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Las siete palabras

4/10/2022

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  • A las últimas palabras de una persona se les concede una importancia especial. A veces, son irónicas. Por ejemplo, el general John Sedgwick del ejército de los Estados Unidos murió de un balazo en una batalla de la Guerra Civil. Lo irónico es que, justo antes, había dicho: ¡No le podrían pegar a un elefante a esta distancia!
  • En otros casos, las últimas palabras tienen un significado bastante profundo. Cuando mi abuela paterna yacía en su lecho de muerte, su última acción antes de morir fue mirar hacia el cielo y decir: ¡Qué belleza! En ese momento, creo yo, su alma estaba entre el cielo y la tierra. Como mujer cristiana, expresó en palabras lo que Dios le mostró en ese momento.
  • Quizás las últimas palabras más importantes de toda la historia son las que Jesús pronunció mientras colgaba en la cruz. Los escritores de los cuatro evangelios registran un total de siete frases que Jesús dijo en esos momentos de agonía. Nos revelan lo que pasaba por su mente durante esas horas, y también nos enseñan mucho acerca de su misión.
  • Puede ser que hayas oído estas siete palabras alguna vez. Hoy quiero invitarte a meditar conmigo en su significado. Pidámosle al Señor que nos ayude a entender su verdadero sentido y recibirlos en nuestro corazón.
  • No sabemos exactamente en qué orden se pronunciaron, porque los cuatro evangelios no nos presentan una secuencia exacta. Pero vamos a seguir el orden tradicional. La primera palabra está en Lucas 23:34. —Padre —dijo Jesús—, perdónalos, porque no saben lo que hacen.
  • Los líderes religiosos habían conspirado para ejecutar a Jesús. Las autoridades civiles lo habían condenado sin causa. Los soldados despiadadamente le quitaron la ropa y echaron suertes sobre su manto. Todos los que lo veían se burlaban de él. Sin embargo, Jesús no los maldijo. No le pidió a su Padre que les hiciera pagar por lo que estaban haciendo.
  • Más bien, le pidió que los perdonara. Jesús vino al mundo con una misión que va más allá de lo que comprendemos a simple vista. Por eso dijo, No saben lo que hacen. No entendían ni quién era él ni qué había venido a hacer. A un mundo que vive de venganzas y rencores, Jesús vino a ofrecer perdón. Vino a ofrecernos su perdón por nuestros pecados, y a enseñarnos a perdonar a otros.
  • La segunda palabra se encuentra en Lucas 23:43, y Jesús se la dijo a uno de los ladrones que fue crucificado junto con él. Así era la costumbre de los romanos. Crucificaban a los condenados por las orillas de las carreteras para que sirvieran de escarmiento a los viajeros. Jesús tenía un bandido a cada lado. Al principio, ambos se burlaron de él.
  • Sin embargo, uno luego se arrepintió y le pidió: Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino. (Lucas 23:42) Jesús le respondió: Te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso (Lucas 23:43). Esta es una palabra de salvación. El ladrón crucificado no podía hacer nada en absoluto para merecer la salvación. Era culpable de pecado, y él mismo lo reconoció.
  • Pero cuando puso su fe en Jesús y de corazón le pidió que lo salvara, Jesús le aseguró que su salvación estaba garantizada. El hombre no realizó acciones que ameritaban la salvación. Simplemente creyó en Jesús y lo reconoció como el verdadero Salvador que moría por su pecado.
  • Él nos demuestra la verdad del evangelio: que si crees de corazón que Jesús murió por ti y resucitó, y lo confiesas con tu boca como Señor, serás salvo. La misión de Jesús es una misión de salvación para todo el que lo recibe por fe como Señor.
  • La tercera palabra se encuentra en Juan 19:26-27. Jesús era el hijo mayor de su madre, y sus hermanos no estaban presentes. Seguramente era viuda, y su hijo mayor estaba a punto de morir. Por lo tanto, aun en medio de su gran dolor, Jesús se preocupa por su bienestar. Busca a alguien que se encargue de cuidarla. Allí estaba uno de sus discípulos, probablemente Juan. Entonces,
  • Cuando Jesús vio a su madre, y a su lado al discípulo a quien él amaba, dijo a su madre:
  • —Mujer, ahí tienes a tu hijo.
  • 27 Luego dijo al discípulo:
  • —Ahí tienes a tu madre.
  • Y desde aquel momento ese discípulo la recibió en su casa. (Juan 19:26-27)
  • Es impresionante que Jesús, a pesar de su dolor, se haya preocupado por el bienestar de su madre. Pero hay algo más aquí. Jesús vino al mundo para crear una nueva comunidad, una nueva familia. Cuando Juan recibió a María que no era su pariente por la sangre, se vio la primera expresión de esa nueva familia espiritual que Jesús estableció.
  • Así como Juan recibió a María, nosotros también debemos recibirnos unos a otros por amor a Jesús. Gracias a lo que él hizo, tenemos una familia maravillosa y enorme alrededor del mundo. Él vino a unirnos en amor a todos los que lo reconocen como Señor y Salvador.
  • Por esto, es irónico que la cuarta palabra tenga que ver con el rechazo. Se registra en Mateo 27:46: —Elí, Elí, ¿lama sabactani? (que significa: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?”). Es una cita del Salmo 22, el lamento de la persona justa que sufre ataques de sus enemigos.
  • Escrito por el rey David, se convierte en una profecía perfecta de su mayor descendiente. El salmo declara: La gente se burla de mí, el pueblo me desprecia (v. 6). También dice, Puedo contar todos mis huesos (v. 17), cosa que se cumplió cuando los soldados se negaron a quebrarle las piernas a Jesús. Declara, Sobre mi ropa echan suertes (v. 18), y esto se cumplió literalmente en el caso de Jesús.
  • El salmo termina con una nota de esperanza, mirando hacia la resurrección de Jesús. La historia no se termina en la cruz. Sin embargo, ¿por qué sintió Jesús en ese momento que su Padre lo había abandonado? ¿Por qué se sintió rechazado, si jamás había hecho nada malo?
  • Mientras colgaba en la cruz, él se sometió al juicio de Dios por nuestros pecados. De una manera maravillosa y misteriosa, el Padre y el Hijo juntos lograron nuestra salvación. El Hijo voluntariamente tomó nuestro lugar. El Padre lo trató como pecador, castigándolo como si fuera pecador. En ese momento de sufrimiento y abandono, nuestra salvación se logró.
  • Jesús fue abandonado en ese momento de oscuridad para que nosotros pudiéramos ser restaurados. Experimentó el rechazo doloroso de su Padre en un momento eterno para que nosotros pudiéramos ser recibidos. ¿Por qué me has desamparado? – gritó Jesús. Fue para que tú y yo pudiéramos ser aceptados y volver a casa.
  • Esto se refleja en la quinta palabra, que leemos en Juan 19:28. Después de esto, como Jesús sabía que ya todo había terminado, y para que se cumpliera la Escritura, dijo: —Tengo sed. La sed que sintió Jesús fue la sed del pecador, porque en ese momento, fue tratado como culpable.
  • El Salmo 69, un salmo de confesión, habla mucho de la sed que siente la persona angustiada por su pecado. Por ejemplo, el verso 3 dice: Cansado estoy de pedir ayuda; tengo reseca la garganta. El verso 21 dice: En mi comida pusieron hiel; para calmar mi sed me dieron vinagre.
  • Esto fue precisamente lo que le dieron a Jesús para calmar su sed. La sed de Jesús no fue solamente una sensación física. Fue la muestra de que él había tomado el lugar de cada pecador en la cruz y sentía la sed de justicia. Con su muerte, él lograría satisfacer la sed de todos los que se sienten culpables por el pecado y buscan en él perdón.
  • La sexta palabra sucedió después de que Jesús probó el vinagre que le ofrecieron, y se encuentra en Juan 19:30. Al probar Jesús el vinagre, dijo: —Todo se ha cumplido. Jesús sabía que había terminado su obra. Con su muerte en la cruz se hizo todo lo necesario para lograr nuestra salvación. La salvación no es una simple posibilidad para nosotros. Es una realidad, porque Jesús la terminó.
  • Si de corazón nos hemos entregado a Jesús y él es nuestro Señor, no tenemos que decir Ojalá sea salvo. Podemos decir, Soy salvo. Jesús terminó la obra en la cruz. Él pagó el precio completo de nuestra salvación. No hace falta nada más que nuestro arrepentimiento y confianza en él. No necesitamos que otros intercedan por nosotros, ni que otro nos abra la puerta del cielo.
  • Jesús ha terminado la obra. Consciente de esto, confiado en su Padre, pronunció la séptima palabra. Se registra en Lucas 23:46, y dice así: —¡Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu! Y al decir esto, expiró. Aunque el Padre trató a Jesús como pecador para lograr nuestra salvación, no dejó de amarlo. En sus últimos momentos, Jesús se encomendó en manos de su Padre y estuvo seguro.
  • La esperanza que Jesús tuvo en el momento de su muerte es la esperanza que cada creyente puede tener. Es la esperanza que él vino a ofrecernos. Cuando enfrentemos la muerte, no tenemos que preguntarnos qué nos sucederá después. Podemos saber que estaremos seguros en las manos de nuestro amoroso Padre celestial.
  • Como un niño pequeño que brinca de la escalera porque sabe que su padre lo va a recibir en sus brazos, podemos lanzarnos al futuro sabiendo que nuestro Padre celestial nos recibirá en sus brazos. Jesús atravesó la muerte y la conquistó. Por la fe en él, compartimos su victoria y podemos estar seguros frente a la muerte.
  • Esas horas en que Jesús colgó en la cruz fueron los momentos más sombríos de la historia humana. El único Hijo, Dios hecho hombre, el único hombre perfecto, colgaba en la cruz sin tener culpa alguna. En su muerte se manifestaron los instintos más ruines de la humanidad: la envidia, el cinismo, la avaricia, la cobardía y la crueldad. Él recibió todo esto y con valor, amor y confianza en su Padre, lo canceló con su muerte.
  • Fueron las horas más sombrías de la historia, pero gracias a lo que Jesús sufrió allí, podemos tener vida y luz. Podemos tener salvación y perdón. Te invitó a escuchar las siete palabras desde la cruz y recibir por fe todo lo que prometen – perdón, seguridad, relación, reconciliación, salvación, paz y esperanza. Jesús pronunció estas palabras para que tú las oyeras y fueras salvo por la fe en él.
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