PASTOR TONY HANCOCK
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Los regalos del Rey victorioso

7/5/2020

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  • Quiero hacerte una pregunta esta mañana. ¿Vives en victoria? ¿Caminas en el triunfo de Cristo? O más bien, ¿vives en mediocridad? Si vivieras en plena derrota, creo que no te encontrarías aquí en esta mañana. Si estuvieras totalmente derrotado, no tendrías ni el más mínimo deseo de estar en la presencia de Dios.
  • Pero sospecho que muchos de nosotros vivimos en una cómoda mediocridad. No nos escondemos en las tinieblas, pero tampoco caminamos a la plena luz de Dios. Queremos estar en la sombra, cerca de la luz, pero no totalmente alumbrados. Nadie diría que estamos perdidos en el pecado, pero tampoco estamos haciendo un gran impacto para el reino de Dios. Vivimos a medias.
  • Una vida a medias no es una vida digna de nuestro Señor Jesucristo. Él venció. Él triunfó sobre sus enemigos. Y Jesucristo, el Rey victorioso, también nos ha dado todo lo que necesitamos para caminar en su victoria. Escuchemos lo que Dios nos dice al respecto en Efesios 4:7-16.
Pero a cada uno de nosotros se nos ha dado gracia en la medida en que Cristo ha repartido los dones. 8 Por esto dice:
«Cuando ascendió a lo alto,
    se llevó consigo a los cautivos
    y dio dones a los hombres».
9 (¿Qué quiere decir eso de que «ascendió», sino que también descendió a las partes bajas, o sea, a la tierra? 10 El que descendió es el mismo que ascendió por encima de todos los cielos, para llenarlo todo). 11 Él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; y a otros, pastores y maestros, 12 a fin de capacitar al pueblo de Dios para la obra de servicio, para edificar el cuerpo de Cristo. 13 De este modo, todos llegaremos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a una humanidad perfecta que se conforme a la plena estatura de Cristo. (NVI)
  • En los versículos anteriores, Dios nos habla de la unidad que tenemos como su familia en Cristo. Esa unidad, sin embargo, no nos hace idénticos. Cada persona que forma parte del pueblo de Dios es individual, y los dones que Dios nos ha dado también son diferentes. Uno tiene una capacidad particular para servir dentro del pueblo de Dios, y otro tiene otro don diferente.
  • Todo esto viene de Cristo y de su victoria. Vamos a hablar, entonces, del Rey, de sus regalos y de los resultados. En las primeras frases que leímos, el apóstol Pablo nos habla de la victoria del Rey Jesús. Él cita el Salmo 68, un salmo que habla de la victoria de Jehová, y lo aplica a Jesús. En este salmo, Dios asciende a su trono después de derrotar a sus enemigos en la guerra.
  • Esto es precisamente lo que hizo Jesús cuando vino a este mundo. Cuando se escribieron estos versículos, se daba una situación que todos los lectores habrían conocido muy bien. Cada vez que los soldados salían a la guerra, la gente se quedaba esperando ansiosamente su regreso. Los centinelas se paraban sobre el muro, mirando a lo lejos para ver lo que iba a suceder.
  • Sólo había dos opciones. Si su ejército perdía la batalla, entonces verían al bando opuesto correr hacia su ciudad. En ese caso, todos trataban de huir. Si los capturaban, se convertirían en los esclavos de la otra nación. Si venían muy enojados, incluso podrían morir.
  • La otra opción era mucho mejor. Si regresaba su propio ejército, eso significaba que habían ganado la batalla. Si eso sucedía, traerían en desfile a todos los más poderosos que habían derrotado – el general, los capitanes, el rey de la nación que los había atacado. También traerían el botín – las riquezas que habían capturado de la otra nación y que ahora podían repartir entre el pueblo.
  • Esto es lo que hizo Jesús. Pero él no fue a la batalla acompañado por un ejército. Como David cuando peleó contra Goliat, Jesús se enfrentó solo al enemigo. Su victoria la ganó de una manera inusual. El verso 9 dice que Jesús descendió a las partes bajas, o sea, la tierra. Él ganó la victoria mediante la muerte. Fue enterrado. Cuando él murió, pagó la culpa de nuestro pecado. Así le quitó al diablo el arma que él tenía en nuestra contra.
  • Pero la tumba no lo pudo contener. ¡El resucitó! Después de resucitar, él ascendió victorioso al cielo, llevando en desfile a sus enemigos capturados para exponernos ante los ojos de los ángeles como los perdedores que son. Cuando ascendió, él también repartió regalos a la humanidad que él rescató.
  • ¿Cuáles son esos regalos? No se trata de cosas materiales, como el oro o la plata. Si Jesús nos hubiera dejado esas cosas, se habrían gastado desde hace mucho. Más bien, él repartió regalos que nos siguen bendiciendo hasta el día de hoy. Esos regalos se mencionan en el verso 11. Son los apóstoles, profetas, evangelistas, pastores y maestros que Jesús ha dado a su iglesia.
  • En otras palabras, los regalos que Jesús dio a su iglesia cuando él subió victorioso al cielo son los que ejercen en su iglesia el ministerio de la Palabra. Jesús se desfila al cielo en toda su gloria, dejando atrás a sus enemigos vencidos, y ve a su iglesia a lo largo de los siglos. Él bendice a su iglesia en cada era y en cada lugar con líderes que ministrarán su Palabra.
  • ¿Quiénes son estos líderes? Últimamente se ha levantado un movimiento que habla de la restauración de los cinco ministerios: apóstol, profeta, evangelista, pastor y maestro. Ya nadie se contenta con ser un humilde pastor; todos quieren ser apóstoles, con varias iglesias bajo su cobertura.
  • Pero si regresamos un par de capítulos atrás en Efesios, nos damos cuenta de que los apóstoles y profetas fueron dados para la fundación de la iglesia. Efesios 2:20 dice: …edificados sobre el fundamento de los apóstoles y los profetas, siendo Cristo Jesús mismo la piedra angular. Jesús dio a los apóstoles y profetas para guiar a la iglesia en sus comienzos. De hecho, uno de los requisitos para ser apóstol era el haber visto personalmente a Jesucristo después de su resurrección.
  • Los apóstoles y los profetas nos siguen ministrando, pero lo hacen a través de los escritos inspirados por Dios que tenemos en el Nuevo Testamento. Ellos siguen dando testimonio de Jesús cuando leemos sus palabras en la Biblia. La iglesia sigue edificándose sobre la fundación que han dejado los apóstoles y profetas, pero ya no hay apóstoles ni profetas presentes en la iglesia.
  • Ahora quedan los otros tres ministerios. Los evangelistas se dedican a predicar el evangelio, sobre todo en los lugares donde no se conoce. También los podemos llamar misioneros. Los pastores cuidan el rebaño de la iglesia local, y los maestros se dedican a enseñar. Muchos pastores, por supuesto, también son maestros. Otros maestros enseñan bajo la autoridad de los pastores, o sirven en seminarios y otros lugares parecidos. Pero todos son parte de esta bendición que Jesús ha dejado a su iglesia, el ministerio de la Palabra.
  • Si Jesús decidió que el ministerio de la Palabra es la mejor bendición que él podría dejar a su iglesia, creo que nosotros también debemos aprender a valorarlo. Si le pareció tan importante a él, ¿no nos debería importar también a nosotros? Los primeros en apreciar el ministerio de la Palabra tenemos que ser los que lo ejercemos.
  • De hecho, el apóstol Santiago escribe: Hermanos míos, no pretendan muchos de ustedes ser maestros, pues, como saben, seremos juzgados con más severidad. (Santiago 3:1) Predicar y enseñar la Palabra de Dios es una gran responsabilidad que no podemos tomar a la ligera. Si Dios nos ha llamado a esto, tenemos que estudiar y esforzarnos por llevar bien esta tarea.
  • También es importante apreciar el ministerio de la Palabra cuando somos sus beneficiarios. La buena enseñanza es algo valioso. Muchos pagan miles de dólares para recibir una buena educación en la universidad. ¿Cuánto más valor tiene recibir una buena educación en la Palabra de Dios?
  • Si los que nos dedicamos al ministerio de la Palabra tenemos una gran responsabilidad, también son responsables los que reciben la Palabra. Son responsables, por supuesto, de apoyar económicamente a quienes les ministran. También son responsables de recibir y de poner en práctica lo que aprenden.
  • El ministerio de la Palabra no es como un espectáculo que se disfruta, un show que se aplaude y se olvida. Es un taller de vida. Es un laboratorio espiritual. Es un salón de clase, donde la materia tiene importancia eterna. Por eso, hacemos bien en prestar atención al ministerio de la Palabra. Hacemos bien en escuchar con atención el mensaje que recibimos. Hacemos bien en estudiar por nuestra propia cuenta lo que Dios nos dice en su Palabra por medio de los apóstoles y profetas.
  • Cuando aprovechamos estos regalos que nuestro Rey Jesús nos ha dejado, hay buenos resultados. Los podemos resumir con tres palabras: unidad, conocimiento y perfección. Cuando cada uno se guía por sus propios pensamientos, hay pleitos y problemas. En cambio, cuando dejamos que la Palabra forme nuestra mente, podemos unirnos en un solo pensar.
  • Esto nos lleva al conocimiento. Pero no se trata de sólo saber, sino de experimentar. Estamos hablando del conocimiento del Hijo de Dios, el conocimiento de Jesús. En otras palabras, por medio del ministerio de la Palabra, llegamos a conocer personalmente a Jesús. Él viene a nosotros en su Palabra predicada, estudiada y leída.
  • Como resultado, entonces, seremos perfectos. Esta palabra se refiere a ser maduros, a ser completos. Imagina, por un momento, que necesitaras un trabajo de carpintería en tu casa. ¿Contratarías a un niño de cinco años para hacerte el trabajo, o le pedirías a un carpintero con experiencia que te lo haga?
  • ¡La respuesta es obvia! Sería peligroso que un niño de cinco años lo tratara de hacer. En cambio, el carpintero con experiencia hará un buen trabajo. De igual manera, tú y yo tenemos trabajo que hacer en el reino de Dios. Pero sólo podremos hacer bien ese trabajo si estamos preparados en la Palabra. De otro modo, seremos como niños que tratan de hacer un trabajo de adultos. Sólo dejaremos un desastre.
  • El secreto para caminar en la victoria de Cristo no es algo extraño o sexy. Es algo sencillo, pero profundo. Se trata de recibir la Palabra mediante los líderes que Jesús nos ha regalado. Se trata de poner en práctica esa Palabra y crecer por medio de ella. Yo te pregunto: ¿cómo estás recibiendo el ministerio de la Palabra?
  • En la Reforma del siglo XVI, se colocó la Biblia al frente de la congregación. En lugar de que la Biblia fuera un libro escondido y misterioso, se puso al alcance de todos. Si vamos a caminar en victoria, lo mismo tiene que suceder en nuestras vidas. Tenemos que poner la Palabra de Dios al frente. 
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