PASTOR TONY HANCOCK
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Los reinos pasajeros y el reino permanente

11/8/2020

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  • En 1976, Jimmy Carter fue elegido presidente de los Estados Unidos. En medio del estancamiento económico y los cambios sociales de los años setenta, su elección emocionó al pueblo creyente. La revista Newsweek declaró que 1976 era el año del evangélico. A fin de cuentas, Carter era uno: bautista del sur, un hombre devoto al Señor.
  • Con tanta expectativa, sin embargo, su presidencia generalmente se considera una decepción. Él mismo mostró integridad, pero algunos de sus aliados fueron corruptos. Se le consideró indeciso e ineficiente. Muchos dicen incluso que Carter ha sido mejor expresidente que presidente. Por ejemplo, desde 1984 ha impulsado enormemente la obra de Hábitat para la Humanidad, una organización sin fin de lucro que construye casas asequibles y habitables.
  • ¿Por qué les hablo de un presidente que fue elegido hace 44 años? Simplemente porque su historia se repite una y otra vez. Los seres humanos constantemente ponemos nuestra esperanza en líderes humanos pensando que ellos establecerán el paraíso sobre la tierra. Siempre terminamos decepcionados.
  • Dios nos está llamando hoy a dejar de poner nuestra confianza en los reinos pasajeros y efímeros de este mundo. Nos llama, más bien, a vivir para su reino permanente y eterno. El Salmo 146:3 nos dice: No pongan su confianza en gente poderosa, en simples mortales, que no pueden salvar.
  • Más bien, pongamos nuestra esperanza solamente en Dios. Ningún presidente, ningún congresista, ningún juez podrá darnos lo que realmente necesitamos. Sólo Dios lo puede hacer. Resistamos la tentación de confiar en los hombres.
  • La Biblia nos dice que Jesús fue tentado en todos los aspectos, como lo somos nosotros. Él también fue tentado a confiar en el poder político en lugar de entregarse plenamente a la misión que su Padre le había encomendado. Leamos la historia en Lucas 4:5-8.
  • Entonces el diablo lo llevó a un lugar alto y le mostró en un instante todos los reinos del mundo. 6 —Sobre estos reinos y todo su esplendor —le dijo—, te daré la autoridad, porque a mí me ha sido entregada, y puedo dársela a quien yo quiera. 7 Así que, si me adoras, todo será tuyo. Jesús le contestó: 8 —Escrito está: “Adora al Señor tu Dios y sírvele solamente a él”.
  • Jesús había venido al mundo para salvar a la humanidad, pero Satanás le ofrece un atajo. Lo que Satanás siempre había querido era ser igual a Dios. Si podía lograr que Jesús lo adorara, conseguiría su deseo – al menos, en su propia mente. A cambio, él estaba dispuesto a entregarle a Jesús el poder sobre todas las naciones del mundo.
  • En visión, le muestra todo el esplendor de las naciones. Le muestra los edificios impresionantes de Atenas, el poder militar de Roma, la hermosura artística de China y todo lo demás que podía ofrecer la humanidad. ¡Imagina la tentación para Jesús! Sin tener que sufrir las agonías de la cruz, podría tener poder directo sobre todo el mundo e imponer su voluntad.
  • Pero si Jesús lo hubiera hecho, se habría convertido en pecador. Habría pecado al adorar a uno que no es Dios. Es más, no podría haber sido el sacrificio perfecto por nuestros pecados. Aunque gobernara sobre la tierra, nos dejaría a nosotros condenados al infierno. No habría perdón por nuestros pecados.
  • Jesús podría haber conseguido el reino de inmediato si hubiera cedido ante la tentación del enemigo. Sin embargo, pagaría un enorme costo en el proceso. Si hubiera conseguido el reino de esa manera, entonces se convertiría en un reino tan corrupto y malvado como todos los demás. Nos condenaría a vivir eternamente bajo un gobierno déspota y deshumanizante.
  • Felizmente para todos nosotros, Jesús reconoció la tentación y supo responder con la Palabra. Pero debemos reconocer que nosotros enfrentamos la misma tentación cuando queremos usar medios mundanos para cambiar el mundo. El mundo nunca será transformado hasta que se transforme el corazón de la gente.
  • El cristiano debe ser un buen ciudadano. Debe votar según su conciencia se lo dicta, pidiendo la dirección del Espíritu Santo. Pero jamás debemos pensar que vamos a establecer el reino de Dios por medio de la política. Nunca podrá ser. Nos dejamos seducir por las mismas mentiras del diablo cuando pensamos que así será.
  • Algunos piensan que, con su voto, lograrán restaurar alguna época dorada del pasado, algún mundo maravilloso que se ha perdido. Otros piensan que los políticos lograrán establecer la utopía con las actitudes progresivas correctas. Ambos se equivocan porque ponen su esperanza en el hombre.
  • Es más, cuando pensamos transformar el mundo por medio de la política, comenzamos a perder la capacidad de compartir el evangelio. Nos importa más el partido de la persona que su destino eterno. Invertimos el orden de la vida cristiana, porque no queremos sufrir. Queremos tener la gloria sin el sufrimiento. Idolatramos el poder político.
  • En lugar de vivir con una falsa esperanza que viene del hombre, vivamos para algo eterno. Si vivimos para el reino de Dios tal y como es, podemos tener esperanza para ahora y para siempre. Jesús nos contó varias parábolas para ayudarnos a entender cómo es el reino. Veamos dos de ellas en Lucas 13:18-21.
  • —¿A qué se parece el reino de Dios? —continuó Jesús—. ¿Con qué voy a compararlo? 19 Se parece a un grano de mostaza que un hombre sembró en su huerto. Creció hasta convertirse en un árbol, y las aves anidaron en sus ramas.
  • 20 Volvió a decir: —¿Con qué voy a comparar el reino de Dios? 21 Es como la levadura que una mujer tomó y mezcló con una gran cantidad de harina, hasta que fermentó toda la masa.
  • ¿Te das cuenta de que el reino de Dios es para todos? En una de sus comparaciones, Jesús menciona a un hombre, y en la otra, a una mujer. Con esto nos indica que el reino de Dios está abierto a toda clase de personas, sin importar las distinciones humanas o carnales.
  • La primera comparación se trata de un grano de mostaza. Hoy compramos la mostaza en botellas, y ni nos preguntamos de dónde viene. La mostaza preparada consiste en semillas molidas de mostaza, con vinagre y algunas especias para complementar el sabor. La semilla misma de mostaza es pequeña y redonda.
  • Sin embargo, aunque es muy pequeña, en el jardín crece a una altura de 3 metros o más, si se deja. Ahora bien, ¿qué nos quería decir Jesús con esta comparación? La idea principal es la gran diferencia entre el tamaño de la semilla y el tamaño de la planta. El reino comienza como algo pequeño, pero se convierte en algo grande.
  • Junto con esto va el poder inherente de la semilla. Bajo las condiciones adecuadas, la semilla crecerá. Contiene en sí misma todo lo necesario para convertirse en planta, siempre y cuando se siembre en buen terreno, reciba la lluvia y brille el sol. Así también es el reino. Bajo las condiciones adecuadas, crece con el poder de Dios de manera inexplicable.
  • También nos enseña que hay lugar en el reino para todos. Jesús nos dice que las aves del cielo anidan en las ramas del árbol de mostaza. Vienen de todas partes para refugiarse allí. De igual manera, hay lugar en el reino de Dios para toda clase de gente, de toda raza, lengua y nación.
  • El ejemplo de la levadura en la masa nos muestra que el reino crece lentamente y sin espectáculo, pero de manera imparable. Cualquier ama de casa que haya dejado leudar la masa demasiado tiempo sabe que el proceso no se detiene. Sólo el horno lo para. De igual modo, el reino no crece de una manera vistosa y emocionante, sino de forma gradual y pausada. Sin embargo, es imparable.
  • Yo te pregunto: ¿por cuál de estas cosas quieres vivir? ¿Quieres vivir por los reinos de este mundo, que se están acabando y no podrán permanecer? ¿O te decidirás a vivir por el reino de Dios, que sigue creciendo y crecerá hasta que amanezca en toda su gloria?
  • Entras al reino cuando te entregas a Jesucristo y lo reconoces como Señor y Salvador. Cuando te sometes a Jesús como tu Rey, llegas a ser parte de su reino. Allí comienza la vida en el reino. Si no lo has hecho, hazlo ya. Acepta a Jesús como Salvador.
  • Si ya conoces a Jesús, vives para el reino cuando oras. Jesús nos enseñó a orar, venga tu reino. Cuando invitamos a Dios a ejercer su autoridad, cuando oramos por la salvación de una persona perdida, cuando intercedemos por una nación u oramos por algún misionero, impulsamos la extensión del reino de Dios.
  • También vives para el reino de Dios cuando compartes el evangelio. Jesús dijo, en Mateo 24:14: Y este evangelio del reino se predicará en todo el mundo como testimonio a todas las naciones, y entonces vendrá el fin. El evangelio es el método de avance del reino. Cada vez que una persona se entrega a Jesucristo, el reino gana más territorio.
  • Finalmente, vives para el reino cuando caminas en la justicia, la paz y el gozo del Espíritu Santo. Dice Romanos 14:17: Porque el reino de Dios no es cuestión de comidas o bebidas, sino de justicia, paz y alegría en el Espíritu Santo. Cuando nos sometemos a la voluntad de Dios, vivimos en justicia. Cuando dejamos que él reine en nuestro corazón, tenemos paz. Cuando caminamos en comunión con el Espíritu Santo, él nos llena de alegría. Esta es la vida en el reino de Dios, y no es solamente para el futuro. Es para ahora. ¿La estás disfrutando?
  • En las elecciones recientes, uno de los candidatos al senado gastó 104 millones de dólares en su campaña. ¿Sabes qué? Perdió. Si la gente del mundo está dispuesta a gastar tanto dinero en perder, ¿cuánto estamos dispuestos nosotros a invertir en ganar? No me refiero sólo al dinero, sino al tiempo, a la atención, a todo lo que está en nuestro corazón. ¿Vivirás para un reino pasajero o para el reino permanente de Dios?
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