El Espíritu Salvador• Quiero decirte algo en esta mañana que quizás te sorprenda. Es esto: el Espíritu Santo es el motor de nuestra salvación. Sin la obra del Espíritu Santo, no podríamos ser salvos. ¿Cómo es eso? Todos sabemos que Jesús es el Salvador, ¿no? Ciertamente Jesús es nuestro Salvador, pero sin la obra del Espíritu Santo, nadie podría ser salvo.
• Para muchos de nosotros, el Espíritu Santo es un misterio. Sin embargo, cuando llegamos a conocer su obra, descubrimos que es maravilloso. Si no fuera por el Espíritu Santo, no habría salvación para nosotros. Todo lo que Jesús hizo para salvarnos lo hizo en el poder del Espíritu Santo. Ese mismo Espíritu Santo obra en nosotros también. • Hace algunos meses, celebramos la Navidad. La Navidad nos recuerda la llegada de Jesús al mundo para salvarnos. Pero ¿sabías que la Navidad sucedió por obra del Espíritu Santo? Fue él quien formó a Jesús en el vientre de María. Jesús no fue concebido de la manera normal. • Cuando José se dio cuenta de que María estaba embarazada, pensó terminar en secreto con su compromiso. Mateo 1:20 nos dice qué pasó después: Pero cuando él estaba considerando hacerlo, se le apareció en sueños un ángel del Señor y le dijo: José, hijo de David, no temas recibir a María por esposa, porque ella ha concebido por el poder del Espíritu Santo. • El ángel le dijo lo mismo a María, según Lucas 1:35: Y el ángel dijo: —El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Así que al santo niño que va a nacer lo llamarán Hijo de Dios. El milagro de que el Hijo de Dios se hiciera hombre y naciera como un niño sucedió por la obra del Espíritu Santo. Él creó el cuerpo de Jesús para que se uniera a su naturaleza divina y naciera de María. • Durante su vida, Jesús también dependió del Espíritu. El Espíritu testificó que es Hijo de Dios en su bautismo, e inmediatamente después el Espíritu lo llevó al desierto para ser tentado. Fue en el Espíritu que hizo sus obras y milagros. Cuando Jesús murió por nosotros en la cruz, el Espíritu Santo lo fortaleció y ayudó en su obra. • Hebreos 9:14 dice esto: Si esto es así, ¡cuánto más la sangre de Cristo, quien por medio del Espíritu eterno se ofreció sin mancha a Dios, purificará nuestra conciencia de las obras que conducen a la muerte, a fin de que sirvamos al Dios viviente! Cuando Jesús derramó la sangre que limpia nuestro pecado y nos libera de condenación, fue por medio del Espíritu. • Cuando pensamos en la salvación, solemos recordar el gran sacrificio de Jesús en la cruz. Pensamos en todo lo que él sufrió por nosotros. No sólo sufrió agonía física, aunque el dolor de su cuerpo fue muy grande. También sufrió en su corazón al llevar nuestros pecados. Sufrió la separación de su Padre por un momento en la cruz. • Quizás también pensemos en el sufrimiento del Padre. ¿Qué padre podría ver morir a su hijo sin sentir un gran dolor? Dios el Padre no se quedó insensible en el cielo mientras Jesús sufría. Su corazón se conmovió con el gran sufrimiento de su Hijo y la sensación de abandono. Sólo podemos imaginarnos el dolor que observaron los ángeles cuando el Padre veía morir a su Hijo. • En medio de todo, el Espíritu conectaba al Padre y al Hijo sosteniendo a Jesús en su momento de mayor dolor. Con justa razón damos gloria al Padre y al Hijo por nuestra salvación, pero también tenemos que dar gloria al Espíritu Santo. La obra de Jesús en el Calvario se hizo por medio de él. Cuando Jesús resucitó de la muerte, también fue por el poder del Espíritu Santo. • A veces ignoramos estas verdades, menospreciando la obra del Espíritu Santo. Él merece honra y adoración. Pero hay algo más. Él mismo Espíritu Santo que obró en Jesús ahora quiere obrar en nosotros. Él toma lo que Jesús hizo para salvarnos y nos lo aplica de formas milagrosas y maravillosas. • En primer lugar, así como el Espíritu Santo trajo al mundo al Hijo de Dios y le creó un cuerpo en el vientre de María, él también nos da vida nueva a nosotros y nos convierte en hijos de Dios. Jesús es Hijo de Dios por naturaleza, mientras que nosotros llegamos a ser hijos de Dios por adopción. Por medio del nuevo nacimiento, entramos a la familia de Dios. • En Juan 3:5, Jesús dijo esto: —Te aseguro que quien no nazca de agua y del Espíritu no puede entrar en el reino de Dios —respondió Jesús—. Nacemos del Espíritu cuando nos arrepentimos del pecado y nos entregamos a Jesús, porque el Espíritu Santo nos capacita para hacerlo. • En Juan 16:8 Jesús dice esto acerca del Espíritu Santo: Y cuando él venga, convencerá al mundo de su error en cuanto al pecado, a la justicia y al juicio. El Espíritu Santo nos muestra que somos pecadores. Sin su obra no podemos arrepentirnos, porque él trae esa convicción a nuestro corazón y nos lleva al arrepentimiento. Si tú alguna vez te diste cuenta de que eres un pecador y necesitas perdón, el Espíritu Santo te lo reveló. • Él también nos ayuda a tener fe en Jesús y nos transforma en nuevas criaturas. En 2 Corintios 5:17 leemos, Por lo tanto, si alguno está en Cristo, es una nueva creación. ¡Lo viejo ha pasado, ha llegado ya lo nuevo! ¿Quién nos hace nueva creación? Lo hace el Espíritu Santo. • Esto nos debe dar mucho ánimo. La salvación no es algo que hacemos solos. Más bien, nuestra parte es simplemente decir que sí a lo que el Espíritu Santo hace en nosotros. Cuando él nos muestra nuestro pecado, decimos: Sí, es verdad. Cuando él nos lleva hacia Jesús, decimos: Sí, lo necesito. Su poder nos da nueva vida. Nosotros sólo lo recibimos. • El Espíritu Santo también nos ayuda a vivir entregados a Jesús, de la misma manera en que él ayudó a Jesús a realizar su obra en el mundo. Cuando somos débiles, él nos ayuda. Romanos 8:26 dice esto: Así mismo, en nuestra debilidad el Espíritu acude a ayudarnos. No sabemos qué pedir, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos que no pueden expresarse con palabras. • Así como Jesús dependió del Espíritu Santo para terminar su obra en la tierra y agradar a su Padre, nosotros también dependemos del Espíritu Santo para fortalecernos. No estamos solos. No hemos sido abandonados. El mismo Espíritu que sostuvo a Cristo también nos sostiene. • Ese mismo Espíritu que resucitó a Jesús también nos resucitará a nosotros. Romanos 8:11 dice, Y si el Espíritu de aquel que levantó a Jesús de entre los muertos vive en ustedes, el mismo que levantó a Cristo de entre los muertos también dará vida a sus cuerpos mortales por medio de su Espíritu, que vive en ustedes. • El Espíritu Santo que viene a morar en nosotros cuando nos entregamos a Cristo es la garantía de que vamos a resucitar. Su presencia nos asegura que viviremos para siempre, así como Jesús vive para siempre. Un día, mi cuerpo se morirá y se pudrirá en la tierra. Sin embargo, no dejaré de existir. Tampoco seré un fantasma. • Más bien, el mismo Espíritu Santo que levantó a Jesús también me levantará. También te levantará a ti, si él vive en ti. Por eso podemos enfrentar la muerte con seguridad. Por el poder del Espíritu Santo, sabemos que no será el fin. • ¿Has recibido esa salvación que Jesús te ofrece? Si el Espíritu Santo te está mostrando tu necesidad, no lo resistas. Si te das cuenta hoy de que necesitas el perdón de Jesús, dile que sí al Espíritu Santo y abre tu corazón al Señor. Su poder te transformará en una nueva criatura.
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