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Matrimonio humano y divino

9/13/2020

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  • En 1902, el mexicano Octavio Guillén le pidió a Adriana Martínez que se casara con él. Los dos tenían quince años. Seguramente los padres de la pareja les pidieron que esperaran algún tiempo para estar seguros de querer casarse, pues todavía eran adolescentes. Lo pensaron muy bien. De hecho, esperaron 67 años para casarse.
  • En junio de 1969, cuando ambos tenían 82 años, Octavio y Adriana finalmente se casaron. Se considera que esta pareja tuvo el compromiso más largo del mundo. No estoy seguro por qué esperaron tanto tiempo para casarse. Pero podemos decir con toda seguridad que muchas personas son tan renuentes a casarse como lo fueron ellos.
  • Si observamos el mundo actual, vemos muchas actitudes diferentes hacia el matrimonio. Algunos lo ven como un simple acuerdo de conveniencia. No tiene mayor significado que un contrato para comprar un carro o una casa. De hecho, el contrato para pagar un carro dura más tiempo que muchos de los matrimonios de hoy.
  • Otras personas creen que el matrimonio es aburrido, y que el verdadero placer viene del libertinaje sexual. En lugar de limitarse sólo a una persona, creen que será mucho más divertido tener parejas a su antojo. Piensan que el matrimonio es un callejón sin salida que destruye el placer.
  • Sin embargo, los estudios seculares comprueban lo opuesto. Por ejemplo, un estudio publicado en 2004 por la Agencia Nacional de Investigación Económica de los Estados Unidos concluyó lo siguiente. El número de compañeros sexuales que maximiza la felicidad en el año previo, según nuestros cálculos, es 1. Y varios estudios han mostrado que las parejas casadas, por lo general, tienen relaciones sexuales con más frecuencia y mayor satisfacción que los solteros.
  • Frente a las ideas equivocadas del mundo, Dios nos llama a ver el matrimonio de una manera bíblica y cristiana. Tenemos que descartar las ideas equivocadas que hemos aceptado para ver el matrimonio como Dios lo ve. En su Palabra, Dios llama a las parejas cristianas a reflejar en el matrimonio la relación entre Cristo y su iglesia. Leamos lo que nos dice Efesios 5:21-33 (NVI).
  • Sométanse unos a otros, por reverencia a Cristo. 22 Esposas, sométanse a sus propios esposos como al Señor. 23 Porque el esposo es cabeza de su esposa, así como Cristo es cabeza y Salvador de la iglesia, la cual es su cuerpo. 24 Así como la iglesia se somete a Cristo, también las esposas deben someterse a sus esposos en todo.
  • 25 Esposos, amen a sus esposas, así como Cristo amó a la iglesia y se entregó por ella 26 para hacerla santa. Él la purificó, lavándola con agua mediante la palabra, 27 para presentársela a sí mismo como una iglesia radiante, sin mancha ni arruga ni ninguna otra imperfección, sino santa e intachable. 28 Así mismo el esposo debe amar a su esposa como a su propio cuerpo. El que ama a su esposa se ama a sí mismo, 29 pues nadie ha odiado jamás a su propio cuerpo; al contrario, lo alimenta y lo cuida, así como Cristo hace con la iglesia, 30 porque somos miembros de su cuerpo. 31 «Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su esposa, y los dos llegarán a ser un solo cuerpo». 32 Esto es un misterio profundo; yo me refiero a Cristo y a la iglesia. 33 En todo caso, cada uno de ustedes ame también a su esposa como a sí mismo, y que la esposa respete a su esposo.
  • Estos versículos nos describen la vida llena del Espíritu que comenzamos a ver la semana pasada. Nos dicen cómo será la vida matrimonial cuando el Espíritu Santo guía la relación. El verso 21 pone el marco para todo lo que sigue. La actitud del creyente, tanto en el matrimonio como en toda la vida, tiene que ser la actitud de someter sus propios deseos al bien de los demás. Esto es cierto tanto de la mujer como del hombre. Ninguna relación cristiana es una relación de dominación.
  •  Dicho esto, entonces, veamos las dos partes del matrimonio en su relación con Cristo y la iglesia. Dios habla primeramente a las esposas y les dice que deben imitar a la iglesia en su sumisión a Cristo. Así como la iglesia se somete a Jesucristo, también la esposa debe someterse a su esposo.
  • Esta enseñanza no es nada popular hoy en día. Debemos reconocer que ha sido abusada por hombres tiranos y dominantes que la han usado para sujetar a sus esposas a la fuerza. Esto no es lo que Dios quiere. Hay algunas cosas que debemos tener en claro, para evitar un malentendido.
  • En primer lugar, estos versículos no enseñan que la mujer es inferior al hombre. La Biblia jamás dice semejante cosa. El mismo pasaje aclara que la sumisión que se espera es de la mujer a su propio esposo. Jamás dice que toda mujer debe sujetarse a todo hombre, como si fuera de raza inferior.
  • La segunda cosa que debemos notar es que aquí se habla de una sumisión voluntaria. En ningún lugar les dice a los hombres que sometan a sus esposas. Por lo tanto, al hombre que piensa que su esposa es insumisa, tenemos que responder que esa es su decisión. Ella le responderá a Dios si realmente lo es, pero jamás le toca al hombre tratar de someterla a la fuerza.
  • La tercera observación que debemos hacer es que aquí se describe lo ideal. Es lo que cada pareja debe tener como meta. Una mujer que tiene un esposo violento, abusivo o mujeriego no siempre podrá apoyar a su esposo en todo lo que hace. En algunos momentos tendrá que defenderse, o incluso dejar el hogar. Estas instrucciones no se aplican directamente a tales casos.
  • Tomando todo esto en cuenta, entonces, podemos entender lo que Dios dice a las esposas. Dios llama a la mujer cristiana a responder al amor de su esposo dándole su lugar como líder y cabeza del hogar. A los hombres nos hace falta esa clase de apoyo. Un hombre que siente que su esposa lo seguirá hasta el fin del mundo es capaz de ir muy lejos. Jesús Adrián Romero le canta a su esposa: Contigo yo me siento como un héroe. Eso es lo que todo hombre anhela.
  • Es interesante observar que Dios les dice mucho más a los esposos que a las esposas en este pasaje. Al esposo se le llama a imitar la actitud de Jesús, quien por amor dejó el cielo para sacrificarse por su pueblo y lo amó hasta el final. Cristo amó a la iglesia y se sacrificó por ella para hacerla santa.
  • El sacrificio de Cristo es lo que convierte al pecador en parte de la iglesia que es la novia de Cristo, hermosa y perfecta. En la costumbre judía, la novia se bañaba antes de la ceremonia de bodas. Dios hace referencia a esta costumbre en Ezequiel 16:9 cuando describe al pueblo de Israel así: Te bañé, te limpié la sangre y te perfumé. (NVI)
  • Así como Dios lavó a su pueblo en el Antiguo Testamento, Cristo lavó a su pueblo en el Nuevo. El bautismo es un reflejo de esto. Queda claro, digamos de paso, que este lavamiento es inútil sin la predicación de la palabra. Dice el verso 26, Él la purificó, lavándola con agua mediante la palabra. Si el bautismo no es la respuesta de fe a la predicación de la Palabra del evangelio, de nada sirve.
  • Esta es la historia de amor más bella de la historia. Cristo vio desde el cielo a su novia, no como era, sino como podría ser. Hizo el viaje más largo que existe – el viaje del cielo a la tierra – para rescatarla de su esclavitud al pecado. La levantó de la miseria y la lavó, la vistió de su justicia y la preparó para ser suya para siempre. Ahora Jesús está alistando el lugar donde vivirá para siempre con su esposa.
  • Cuando el esposo cristiano se sacrifica por amor a su esposa, refleja la actitud de Jesús. Cuando se muestra dispuesto incluso a morir por ella, muestra que realmente entiende el amor de Jesucristo. Pero seamos honestos. Es muy fácil para un hombre decir que estaría dispuesto a morir por su esposa, porque es muy probable que nunca lo tendrá que hacer.
  • El hombre muestra el amor sacrificial a diario con su trabajo, cuando ayuda con los quehaceres de la casa, cuando enseña a sus hijos a respetar a su madre y con detalles románticos. Estos sacrificios no sólo agradan a su esposa; agradan el corazón de Dios, porque reflejan su amor hacia su iglesia.
  • Del mismo modo, dice Dios, el hombre debe amar a su esposa como ama a su propio cuerpo. La iglesia es el cuerpo de Cristo. De hecho, Génesis 2:24 dice que la pareja casada llega a ser un solo cuerpo, o una sola carne. Por lo tanto, así como Cristo alimenta y cuida a los miembros de su cuerpo, así el hombre debe cuidar a su esposa como cuida su propio cuerpo.
  • A menos que sufra de algún trastorno mental, ningún hombre descuida su cuerpo. Al contrario; se encarga de alimentarlo bien, de vestirlo bien, de que ande bien arreglado. El hombre cristiano deberá tener el mismo cuidado de su esposa que tiene de sí mismo. Así refleja el cuidado que Cristo tiene de su iglesia.
  • Esa actitud da testimonio a un misterio. En este caso, el misterio es la relación entre Cristo y su iglesia. En el Antiguo Testamento, esto no se había revelado con claridad, aunque hubo indicaciones. Ahora, sin embargo, tenemos el privilegio de vivir a la plena luz de esta verdad y disfrutar de nuestra relación con Jesucristo.
  • Una de las cosas que admiro de mi padre es la manera en que él mostraba ese cuidado de mi madre. Durante mis años de prepa, llegamos a tener dos carros en la familia. Uno era viejo, y el otro era nuevo. Mi padre siempre le dejaba el carro más nuevo a mi madre mientras él manejaba el más viejo. Aunque como cabeza del hogar podría haber exigido el privilegio, él optó más bien por darle la preferencia a ella. La cuidó, como Cristo cuida a su iglesia.
  • Matrimonio perfecto no lo hay, al menos aquí en esta tierra. Pero dejemos volar, por un momento, la imaginación. ¿Cómo sería la vida si cada esposa, en lugar de competir con su esposo por el liderazgo del hogar, buscara la manera de apoyarlo? ¿Cómo sería la vida si cada esposo, en lugar de aprovecharse de su esposa, la amara y la cuidara como Jesús ama y cuida a la iglesia? ¿No sería maravilloso?
  • Tenemos un fuerte motivo para esforzarnos para convertir este sueño en realidad. Ese motivo es el ejemplo que tenemos en Jesús. Si has fallado, busca el perdón. Pero comencemos hoy a construir matrimonios humanos que siguen el ejemplo divino de nuestro Señor y Salvador Jesús.
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