· Durante una de las muchas guerras que han asolado a la humanidad, el ejército turco atacó ferozmente a los armenios que vivían en Turquía. Un soldado turco logró atrapar a una muchacha armenia y su hermano en un callejón. Aunque no estaban armados, el soldado mató al joven frente a su hermana. Ella logró escapar trepando un muro y huyendo al campo.
· Tiempo después, había estudiado para enfermera y servía en un hospital. Un soldado herido fue llevado al hospital, y ella lo reconoció de inmediato. ¡Era el soldado que le había quitado la vida a su hermano! Su condición fue muy grave, pero ella empezó a cuidarlo de manera muy atenta. · Un día, cuando él ya se encontraba bastante recuperado, reconoció en su enfermera a la muchacha cuyo hermano él mismo había matado. Le preguntó: ¿Por qué has hecho esto por mí, si maté a tu hermano? Ella le respondió: Porque tengo una fe que me enseña a perdonar a mis enemigos. · ¿Y tú? ¿Tienes una fe que te enseña a perdonar? Al centro de nuestra fe está el perdón. Precisamente por esto vino Jesús al mundo. Vino a sacrificar su vida para que nosotros, que estábamos alejados de Dios a causa de nuestro pecado, pudiéramos ser perdonados y reconciliados con él. · Si hemos recibido un perdón tan pródigo, ahora nos toca a nosotros aprender a perdonar a otros. Jesús contó una historia para ayudarnos a entender precisamente este punto. Es la historia de un rey. Este rey tenía un siervo que le debía una enorme suma de dinero. Estamos hablando del equivalente de millones y millones de dólares. Sólo podría haberse endeudado tanto por un defalco o malversación de fondos. · El rey mandó que él y toda su familia, junto con todas sus posesiones, fueran vendidos para saldar la deuda. Pero él siervo se postró delante del rey y le rogó que le diera tiempo. Se lo pagaré todo, le dijo. Cuando el rey lo vio, tuvo compasión de él. Decidió perdonarle la deuda y dejarlo en libertad. · Saliendo de allí, el siervo se encontró con uno de sus compañeros que le debía unos cuantos miles de dólares. Lo agarró por el pescuezo y comenzó a sacudir al pobre hombre. ¡Págame lo que me debes! – le gritaba. Su compañero le respondió de la misma manera que él le había respondido al rey. Dame tiempo, y te lo pagaré todo. · Pero él no quiso. Mandó que lo metieran a la cárcel hasta que terminara de pagar toda la deuda. Los demás siervos se dieron cuenta de lo que había sucedido, y no les pareció nada bien. Le contaron al rey lo que había pasado, y él se enojó muchísimo. Lo mandó llamar, y le dijo: ¡Siervo malvado! Te perdoné la enorme deuda que tenías conmigo, pero tú no supiste perdonar al que te debía relativamente poco. · En su enojo, el rey mandó entregar a ese siervo en manos de los carceleros para que lo torturaran hasta que terminara de pagar toda la deuda. ¡Nunca lo iba a terminar de pagar! Así, dijo Jesús, los tratará mi Padre celestial a ustedes, a menos que cada uno perdone de corazón a su hermano. · Puedes leer esa historia después en Mateo 18:21-35. ¿Por qué nos cuenta Jesús está historia? Porque nosotros, como aquel siervo, hemos recibido el perdón de una deuda que nosotros jamás podríamos pagar. Nuestro pecado es una deuda que nunca podríamos terminar de pagarle a Dios. · Solemos pensar que nuestro pecado no es gran cosa, que todo el mundo lo hace y que realmente no hemos dañado a nadie con nuestros pecadillos. Pero si pudiéramos ver el pecado como Dios lo ve, entenderíamos la gran ofensa que hemos cometido contra su santidad. Él nos ha dado la vida, y por eso le debemos toda nuestra obediencia. Pero no se la hemos dado. Al contrario; constantemente le fallamos. · Sin embargo, en su compasión, él nos ofrece el perdón de esa deuda por medio de lo que Jesucristo hizo en la cruz. Jesús cargó en sus hombros la culpa nuestra. Él sufrió nuestra condena. Dios nos ofrece su perdón. Nos dice: Te perdono. Quedas en libertad. · ¿Con que cara, entonces, podemos negarles el perdón a los que nos ofenden a nosotros? ¿Cómo podríamos darle la espalda a alguien, simplemente porque no nos gustó lo que nos dijeron, cuando Dios nos ha perdonado mucho más? Si hemos recibido el perdón de Dios, estamos bajo una obligación de ser perdonadores con los demás también. No es una opción. Dios nos impulsa hacia el perdón. · Esto nos ayuda a entender la enseñanza de Jesús en Mateo 6:14-15. Él nos dice: Porque, si perdonan a otros sus ofensas, también los perdonará a ustedes su Padre celestial. 15 Pero, si no perdonan a otros sus ofensas, tampoco su Padre les perdonará a ustedes las suyas. (NVI) · Es una ampliación de la frase que aparece en el Padrenuestro, la oración modelo que se registra en los versículos anteriores: Perdónanos nuestras deudas, como también nosotros hemos perdonado a nuestros deudores. Si queremos orar y tener comunicación con Dios, si queremos que él nos perdone nuestros pecados, tenemos que perdonar a los que nos ofenden a nosotros también. · No nos ganamos el perdón de Dios cuando perdonamos a otros. Nunca podríamos merecer el perdón de Dios. El hecho de perdonar a otros no nos hace merecedores de su perdón. Más bien, es una condición de recibir su perdón. Sería como si supiéramos que en cierto lugar se regalaba pan. · Si queremos recibir el pan, tenemos que presentarnos en el lugar donde se regala el pan. De otro modo, no lo vamos a recibir, por más pan que haya almacenado en aquel lugar. Pero el hecho de ir a recoger el pan no significa que hayamos pagado por el pan. Sigue siendo un regalo. Simplemente tenemos que hacer el esfuerzo de ir a recogerlo, si lo queremos recibir. · De igual modo, cuando tomamos la decisión de perdonar a otros, no nos ganamos con eso el perdón de Dios. No tenemos ninguna razón para sentirnos orgullosos, o decir: ¡Qué buenos soy! El perdón de Dios es un gran regalo, y sólo él se merece la gloria por habernos perdonado. El hecho de que nosotros perdonemos a otros es simplemente una condición de recibir el perdón de Dios. · Por otra parte, si otra persona está mal contigo y no quieres perdonar, no pienses que Dios te vaya a escuchar. Tus oraciones quedarán trancadas hasta que perdones y hagas las paces con la persona. ¿Te preguntas por qué Dios no responde a tus oraciones? Examina tu corazón para ver si estás guardando rencor contra alguien, o si hay una relación que te hace falta sanar. · Hay un par de cosas acerca del perdón que debemos aclarar. En realidad, el perdón significa cosas diferentes bajo condiciones diferentes. En Lucas 17:3-4 leemos esto: Así que, ¡cuídense! »Si tu hermano peca, repréndelo; y, si se arrepiente, perdónalo. Aun si peca contra ti siete veces en un día, y siete veces regresa a decirte “Me arrepiento”, perdónalo». · Jesús nos dice que el perdón no puede tener límites cuando se trata de un hermano en la fe. No podemos decirle: Esta vez te perdono, pero que no vuelva a suceder. Pero Jesús es muy claro en decir que esta regla es para un hermano arrepentido – es decir, otro seguidor suyo. · Claro, debemos tener una actitud de perdón hacia todos. Pero tenemos la responsabilidad especial de perdonar a nuestros hermanos y guardar una relación estrecha con los demás creyentes. Con una persona del mundo, quizás no podamos tener la misma confianza. Nunca vamos a buscar la venganza contra nadie, pero no siempre tendremos la misma confianza con todos. · Hay otra cosa muy importante en estos versículos. Es que tenemos la responsabilidad de confrontar al que nos ofende. Si tu hermano peca, repréndelo, dice Jesús. Esto es algo que muchos cristianos fallan en hacer. Si nos consideramos cristianos, tenemos que obedecer el mandamiento de Cristo e ir en busca de la persona que nos ha ofendido. Tenemos que ir a hablar con esa persona. · He visto muchos casos de personas que se sienten ofendidas, y lo que hacen es alejarse de la persona que los ofendió. Quizás para el mundo sea algo sabio, pero en la iglesia, tenemos que escoger un camino diferente. Tenemos que ir a la persona y buscar la reconciliación. De otro modo, estamos en rebelión contra Dios. · La última cosa que debemos notar sobre el perdón es que hay ciertas situaciones en las que dejamos la venganza en manos de Dios, pero también nos alejamos de la persona. Jesús habló de esto en Mateo 18:15-17. »Si tu hermano peca contra ti, ve a solas con él y hazle ver su falta. Si te hace caso, has ganado a tu hermano. 16 Pero, si no, lleva contigo a uno o dos más, para que “todo asunto se resuelva mediante el testimonio de dos o tres testigos”. 17 Si se niega a hacerles caso a ellos, díselo a la iglesia; y, si incluso a la iglesia no le hace caso, trátalo como si fuera un incrédulo o un renegado. · Si un hombre abusa una y otra vez a su esposa, estos versos nos muestran que ella no tiene que seguir con él si él continúa en su abuso. Si un patrón se aprovecha de sus empleados, aunque todos sean cristianos, no tienen siempre que perdonarlo si él nunca se arrepiente de verdad. Aquí hay una serie de pasos a seguir para resolver la situación; pero si no hay arrepentimiento, puede llegar un momento en casos muy serios en el que haya que alejarse de la persona. En otras palabras, no podemos aprovecharnos del concepto del perdón para abusar de la gente y luego insistir en que nos deben perdonar siempre. · Pero estos son casos especiales. Ante la gran mayoría de las ofensas, Jesús nos llama a perdonar. Si es necesario, hay que confrontar a la persona en amor. Pero siempre tenemos que estar dispuestos a perdonar. · Poco después de morir, una famosa atea declaró: Les envidió a ustedes los cristianos el perdón. Yo no tengo a nadie que me perdone. ¡Qué maravilloso es conocer a un Dios que nos perdona! ¡Qué maravilloso es saber que, por la fe en Cristo, todos nuestros pecados han sido perdonados! Ahora Dios nos llama a compartir con él el gozo de perdonar. ¿Qué rencor estás guardando en tu corazón? Perdona y reconcíliate hoy, para que Dios también escuche tus oraciones.
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