Verdaderamente agradecido• Esta semana en este país se celebra el Día de Acción de Gracias. La comida tradicional para esta fiesta es el pavo. Se cuenta la historia de una recién casada que iba a cocinar su primera cena de acción de gracias para toda la familia. Siguió la receta al pie de la letra y metió el pavo al horno. Después de algunos minutos, sin embargo, se dio cuenta de que del horno salía humo.
• Abrió la puerta del horno y ¡el pavo estaba en llamas! Con un extintor apagó el fuego y descubrió que el pavo se había derretido. Se había derretido, porque equivocadamente se había llevado un pavo de plástico que servía como muestra en la tienda. Quedó tan apenada que ordenó pizza para todos, pero su familia todavía la recuerda el pavo que se derritió. • Esta pobre señora pasó un momento de vergüenza porque se equivocó acerca del pavo del Día de Acción de Gracias. Pero creo que muchos corremos el riesgo de equivocarnos acerca de las gracias. No entendemos lo que realmente significa estar agradecidos con Dios. Hoy vamos a regresar a una historia de la vida de Jesús para tratar de entender mejor cómo podemos vivir agradecidos. • Eran los últimos meses de la vida de Jesús, e iba rumbo a su destino de crucifixión en Jerusalén. Pasando por la frontera entre Samaria y Galilea, llegó a las afueras de un pueblo. Allí salieron a su encuentro diez hombres que sufrían de lepra, una enfermedad de la piel. Ellos estaban afuera del pueblo porque no se les permitía entrar. • Por ley, los leprosos tenían que vivir afuera de los pueblos a solas. Cuando veían a alguien que no tenía lepra, debían gritar: ¡Impuro! ¡Impuro! Así advertían a los demás para que no se acercaran. Llevaban una vida muy solitaria y sin futuro. Pero estos leprosos habían oído acerca de Jesús. Quedándose a cierta distancia, le gritaron: ¡Jesús! ¡Maestro! ¡Ten compasión de nosotros! • Jesús les dijo algo muy simple y, al parecer, extraño. Les dijo: Vayan y preséntense ante los sacerdotes. ¿Por qué les diría esto? Bueno, resulta ser que, según la ley judía, un leproso que había sido sanado debía presentarse ante un sacerdote judío para verificar su sanidad. Si los leprosos obedecían a Jesús, sería porque creían que quedarían sanos. En cambio, si no le creían, no irían. • Todos le creyeron a Jesús y se fueron a presentar ante los sacerdotes. Mientras iban por el camino, ¡todos quedaron limpios de su enfermedad! ¡Fueron curados! Uno de ellos, cuando se dio cuenta de lo que había pasado, demostró su gratitud. Leamos en Lucas 17:15-16 lo que hizo. • Uno de ellos, al verse ya sano, regresó alabando a Dios a grandes voces. Cayó rostro en tierra a los pies de Jesús y le dio las gracias, no obstante que era samaritano. Su expresión de gratitud no fue suave. ¡Gritó a toda voz para que todos oyeran lo que Dios había hecho por él! • A veces los oigo cantar los domingos por la mañana y parece que Dios no ha hecho nada por ustedes. Si te das cuenta de que Dios ha hecho algo por ti, ¡alábale a toda voz! Este hombre regresó alabando a Dios y se tiró a los pies de Jesús. Reconoció que Jesús merecía su adoración, su respeto y su obediencia. Se tiró a sus pies en entrega. • Ahora veamos cómo respondió Jesús. Lucas 17:17-19 nos lo cuenta. —¿Acaso no quedaron limpios los diez? —preguntó Jesús—. ¿Dónde están los otros nueve? ¿No hubo ninguno que regresara a dar gloria a Dios, excepto este extranjero? Levántate y vete —dijo al hombre—; tu fe te ha sanado. • El único que regresó, tristemente, fue un samaritano. Los judíos, los que debían de conocer la Palabra de Dios, no regresaron. En cambio, el samaritano que ellos habrían despreciado sí volvió. Y Jesús lo aceptó. Lo felicitó. Es más, este hombre recibió una doble bendición. Cuando dice, Tu fe te ha sanado, también podría traducirse, Tu fe te ha salvado. Los otros nueve fueron sanados, pero él fue sanado y salvado de sus pecados. • La gratitud de este samaritano nos demuestra lo que Dios busca en nosotros también. Podemos aprender tres lecciones importantes de esta historia. En primer lugar, la fe se expresa en oración. Los hombres leprosos le pidieron ayuda a Jesús. De hecho, clamaron a toda voz. De la misma forma, nosotros también tenemos que pedirle ayuda a Dios en oración. • No sé si te habrás dado cuenta, pero los perros tienen una gran capacidad de pedir con los ojos. Siéntate a comer algo frente a un perro, y te mirará con unos ojos que dan lástima. Esto no es lo que Dios busca en nosotros. Busca que le hablemos en oración, que la pidamos con fe lo que necesitamos. Pídele a Dios en oración lo que te hace falta. • En segundo lugar, la fe requiere acción. Muchas veces confundimos la fe con un sentimiento. Si sentimos confianza, creemos que tenemos mucha fe. Dios conoce nuestros sentimientos, pero él sabe que la mejor demostración de nuestra fe está en nuestras acciones. Los leprosos demostraron su fe cuando obedecieron a Jesús y fueron para mostrarse a los sacerdotes judíos. • Nosotros mostramos nuestra confianza en Jesús cuando somos obedientes a lo que él nos dice. Una de las formas en las que mostramos nuestra fe es en el uso del dinero. Dios nos llama a ser generosos con su obra y con los demás. Cuando le damos a él primero, mostramos nuestra confianza en que Dios suplirá todo lo que necesitamos. • En tercer lugar, vemos que la fe trae salvación. El samaritano que regresó para darle gracias a Jesús no sólo fue sano, sino que fue salvo también. Los otros nueve, al parecer, fueron sanos – pero no recibieron la salvación. Ellos no perdieron la sanidad por no regresar a Jesús. No vemos ningún caso en la Biblia de alguien que haya perdido la sanidad. • Más bien, se quedaron a medias. Buscaban de Jesús la sanidad de sus cuerpos, y es lo único que recibieron. En cambio, el que regresó recibió la sanidad de su cuerpo y la salvación del alma. Aquí hay una advertencia muy importante para nosotros. A veces nos acercamos a Dios porque buscamos cierta cosa de él. Buscamos que restaure a nuestra familia, que nos sane de alguna enfermedad o que nos ayude económicamente. • Cuando recibimos lo que buscábamos, ya no sentimos la misma necesidad de seguir cerca de Dios. Cuando buscábamos su ayuda, éramos fieles a la iglesia, orábamos, leíamos la Palabra – pero cuando llega la solución, ya no somos tan fieles. Si somos así, nos parecemos a los nueve leprosos que no regresaron a Jesús. Recibimos lo que queremos de Dios, y nos vamos. • Tenemos que entender que lo que más necesitamos es la salvación. Si Dios te sana, si Dios restaura a tu familia, si Dios te da trabajo o te ayuda en cualquier otro problema, es una gran bendición. Pero él quiere que tú respondas recibiendo lo más importante – la salvación. Quiere que te entregues por completo a él. • Esto es lo que hizo el leproso samaritano. Alabó a Dios con una voz fuerte. Se tiró a los pies de Jesús en adoración y entrega, y le dio gracias. La verdadera gratitud a Dios se expresa en entrega. El pecado es como la lepra. Nos desfigura. Nos aísla. Nos condena. Pero Dios, en su gracia, nos ofrece la sanidad. Cuando clamamos a Jesús con fe y le pedimos de corazón que nos salve, él lo hace. • En esta semana de Acción de Gracias, espero que puedas compartir con tus seres queridos y recordar todas las bendiciones que Dios te ha dado. Pero por favor, no te pierdas la bendición más grande. No te conformes. Entrégate por completo a Jesús y recibe su salvación. Así podrás vivir siempre verdaderamente agradecido.
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