PASTOR TONY HANCOCK
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Pescadores de hombres

7/21/2019

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  • Hay ciertas cosas que suceden con el paso de los años.  Una de ellas es que la memoria ya no funciona como antes.  Escúchenme, los más jóvenes, para que sepan lo que les espera.  Sucede con demasiada frecuencia que uno comienza a hacer algo, y luego se le olvida lo que estaba haciendo.
  • A veces voy de un cuarto a otro para buscar algo, pero cuando llego al otro cuarto, se me olvida lo que iba a buscar.  ¿Te sucede a ti también?  Me quedo pensando un rato para recordar a lo que iba, y a veces hasta tengo que regresar a donde estaba para refrescar la memoria.  Esa sensación de amnesia temporal es uno de los aspectos frustrantes de la edad.
  • Me atrevo a decir que hay una especie de amnesia que aflige a muchos creyentes en Jesucristo.  Esta clase de amnesia es muy común, pero también es muy dañina.  Nos hemos vuelto olvidadizos, y lo que se nos ha olvidado es lo más importante.  Me refiero al olvido de nuestra meta como creyentes.
  • Para refrescar la memoria, volvamos al principio del ministerio de Jesús, a esa ocasión en la que llamó a sus primeros discípulos a comprometerse con él y seguirlo a tiempo completo.  Después de ser bautizado por Juan, Jesús pasó cuarenta días en el desierto y fue tentado por Satanás.
  • Luego comenzó a predicar en los alrededores de Capernaúm, un pueblo pesquero.  Aquí es importante notar algo.  Cuando leemos los evangelios, debemos recordar que cada escritor – Mateo, Marcos, Lucas y Juan – escoge ciertos eventos de la vida de Jesús para enseñarnos quién es él.  Ninguno de los cuatro trata de darnos todos los detalles de la vida de Jesús.  Ese libro llenaría el mundo.
  • En el evangelio de Mateo, entonces, pasamos directamente de la predicación de Jesús en Capernaúm al llamamiento de los primeros discípulos.  Lucas nos cuenta algo que sucedió justo antes de que Jesús los llamara.  En Lucas 5 leemos acerca de una ocasión en la que Jesús estaba predicando en una playa a la orilla del mar de Galilea.  Pidió prestado el barco de Simón, y se puso a predicar de ella para que todos lo pudieran oír.
  • Cuando terminó de enseñar, le dijo a Simón Pedro que echara sus redes al agua.  Cuando lo hizo, sacó una enorme cantidad de peces.  En ese milagro Pedro y sus compañeros vieron la gloria de Jesús.  Comenzaron a darse cuenta de quién era él.  Jesús entonces los llama a seguirlo.  Vengan, les dice, y los haré pescadores de hombres.  De inmediato dejaron sus redes para seguir a Jesús.
  • Más adelante estaban Jacobo y Juan, que eran hermanos, remendando sus redes.  Cuando Jesús los llamó, dejaron a su padre con la barca de pesca y siguieron a Jesús.  Leamos la historia en Mateo 4:18-22.
Mientras caminaba junto al mar de Galilea, Jesús vio a dos hermanos: uno era Simón, llamado Pedro, y el otro Andrés. Estaban echando la red al lago, pues eran pescadores. 19 «Vengan, síganme —les dijo Jesús—, y los haré pescadores de hombres». 20 Al instante dejaron las redes y lo siguieron.
21 Más adelante vio a otros dos hermanos: Jacobo y Juan, hijos de Zebedeo, que estaban con su padre en una barca remendando las redes. Jesús los llamó, 22 y dejaron en seguida la barca y a su padre, y lo siguieron.  (NVI)
  • Simón, Andrés, Jacobo y Juan acababan de ver la gloria de Jesús manifestada en la pesca milagrosa.  Por eso, cuando él los llamó a seguirle, no titubearon.  Al instante, dijeron que sí.  Nosotros vemos la gloria de Jesús en su Palabra.  Cuando leemos o escuchamos las historias de su vida, quedamos cara a cara con su majestad.  También vemos su gloria en las oraciones contestadas.  Algunos la ven en sueños.
  • Si te has dado cuenta de la gloria de Jesús, él te está llamando a ser su discípulo.  Esto es lo que muchas veces olvidamos: la meta del discípulo es multiplicarse.  Jesús dijo a Pedro y Andrés, que eran pescadores: Síganme, y los haré pescadores de hombres.  Su propósito en llamarlos a ser discípulos era convertirlos en discipuladores.
  • No les dijo: Síganme, y convertiré todos sus sueños en realidad.  Síganme, y los haré prosperar grandemente.  Síganme, y les daré todo lo que quieran.  El propósito de Jesús en llamarlos era para que otras personas llegaran a conocer a Jesús por medio de ellos.  Todas las experiencias que iban a tener – las enseñanzas que escucharían, los milagros que verían, los lugares que conocerían – no eran sólo para ellos.  Eran para compartir.
  • Jesús se lo mostró con su propio ejemplo.  En esa cultura, los discípulos buscaban a sus maestros o rabinos.  Un maestro tenía su escuela o salón donde enseñaba.  Los alumnos llegaban a ese lugar y le pedían permiso para convertirse en sus alumnos.  Así todavía funcionan las escuelas, ¿no es verdad?  Un alumno se postula, y si es aceptado, recibe el privilegio de estudiar con ciertos maestros.  Ningún maestro sale a la calle a buscar alumnos – por lo menos, eso no es común.
  • Jesús fácilmente podría haber hecho eso.  Cuando empezó a correr su fama como hacedor de milagros, podría haber colocado un letrero afuera de su casa diciendo: Se aceptan alumnos.  Todo el mundo habría llegado para escucharle, y podría haberles cobrado lo que quisiera.  Todo muy cómodo y sin esfuerzo.
  • Pero así no lo hizo Jesús.  Él no se quedó esperando que llegaran los discípulos; los salió a buscar.  A los que somos sus discípulos, Jesús nos llama a hacer lo mismo.  Es muy fácil sentarnos cómodamente aquí en la iglesia y decir: Si quieren escuchar el evangelio, que vengan aquí.  La puerta está abierta.
  • Pero éste no es el ejemplo que nos ha dado Jesús.  Él nos da el ejemplo de salir a buscar a otros, y nos llama a hacer lo mismo.  A fin de cuentas, la Gran Comisión no dice: Siéntense y hagan discípulos.  Dice: Vayan y hagan discípulos.  ¿Hasta qué punto estás dispuesto a salir de tu rutina para ir y buscar a los que necesitan de Cristo?
  • Alguien dirá: Es que yo no soy pastor ni misionero.  No puedo hacer eso.  Pero ¡estos discípulos eran pescadores!  No eran escribas, no eran rabinos, no tenían preparación especial en su religión.  Jesús los llamó a estar con él y aprender de él a usar las capacidades que ya tenían para traer a otros.  De ser pescadores de peces los convirtió en pescadores de hombres.
  • Cuando pescamos un pez, pierde la vida.  Cuando pescamos hombres, reciben vida.  Pero los principios son los mismos.  Para pescar, hay que ir a donde están los peces.  Para ganar almas, hay que ir a donde está la gente.  También tenemos que atraerlos con algo que les llama la atención, y extender la invitación para que se unan a nosotros.
  • Jesús te llama a usar lo que tienes para multiplicarte como discípulo.  Pero hay algo muy importante que debes comprender.  Si vas a ser discípulo, hay un precio a pagar.  El precio del discipulado es la renuncia.  Todos ellos tuvieron que renunciar algo – sus redes, su barco, su familia.
  • Les costó.  Tuvieron que cambiar su estilo de vida.  No abandonaron sus responsabilidades familiares; no dejaron de atender a las necesidades de los suyos.  Sin embargo, su familia quedó en segundo término.  Su profesión, su hogar, sus pasatiempos – todo esto quedó en segundo lugar cuando se convirtieron en discípulos de Jesús.
  • Cuando Jesús te llama, siempre tendrás que sacrificar algo.  No puedes simplemente agregar a Jesús a la vida que ya tienes y pensar que todo marchará bien.  Esto sería tener una fe sin arrepentimiento.  Hay cosas que nos duele dejar, pero no podemos ser discípulos sin sacrificio.
  • Te diré un secreto.  Cuando sacrificas algo por ser discípulo de Jesús, recibes mucho más a cambio.  En Marcos 10:29-30 leemos lo siguiente:
—Les aseguro —respondió Jesús— que todo el que por mi causa y la del evangelio haya dejado casa, hermanos, hermanas, madre, padre, hijos o terrenos 30 recibirá cien veces más ahora en este tiempo (casas, hermanos, hermanas, madres, hijos y terrenos, aunque con persecuciones); y en la edad venidera, la vida eterna. (NVI)
  • He sacrificado muchas cosas por ser discípulo de Jesús, pero no me arrepiento de ninguna de ellas – porque él me ha dado muchísimo más.  Hay que entender, sin embargo, que el sacrificio viene primero.  Luego vienen las recompensas.  No puedes esperar las recompensas antes de hacer el sacrificio.
  • A veces, el sacrificio es una relación.  Si eres soltero, ser discípulo de Jesús significa que no tendrás noviazgo con alguien que no comparte tu compromiso con el Señor.  A veces el sacrificio es de oportunidades económicas.  Seguir a Jesús no te garantiza tener más posesiones que los demás; quizás tengas menos.  Pero sí significa que lo que tienes será bendecido, si lo usas como Dios te manda.
  • Un predicador dijo: El costo de entrada al reino de Dios es totalmente gratuito, pero el costo de la membresía lo es todo.  Cristo ya lo pagó todo para que pudiéramos entrar al reino de Dios.  Sin embargo, si aceptamos su oferta, lo entregaremos todo a cambio – porque vale la pena.
  • Quizás, como discípulo de Jesús, se te ha olvidado tu verdadero propósito.  Puede ser que te encuentres luchando con algún sacrificio que Jesús te está llamando a hacer.  Es posible que necesites decidirte otra vez a ir y hacer discípulos, en lugar de quedarte en la comodidad.
  • No es tarde para comenzar de nuevo.  Si estás luchando con renunciar algo, llévalo en este momento a los pies de Jesús y dile que tú lo quieres a él más que cualquier otra cosa.  Si te has hecho muy cómodo y no estás haciendo ni un solo discípulo, pídele que te muestre con quién empezar.
  • No olvides por qué estás aquí.  Recuerda tu verdadera misión, y vívela.
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