PASTOR TONY HANCOCK
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Tu guía en la selva

11/15/2020

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  • Hace algunos años, tuve la oportunidad de tomar unas vacaciones en la selva peruana. En la selva uno ve la inmensa variedad de vida silvestre que Dios ha creado. De noche, aparecen más estrellas de lo que uno se podría imaginar. Es un lugar de maravillas, de belleza y de misterio.
  • También es un lugar de peligro. Perderse en la selva no es nada agradable.  Me encontraba en una reserva de cientos de miles de hectáreas sin carreteras, sin luces eléctricas y sin señalamientos. Tampoco tenía un celular con GPS. Cuando salía del campamento para observar las guacamayas o las nutrias gigantes, nunca iba solo. Siempre me acompañaba un guía.
  • Aunque vivamos en una gran ciudad y dispongamos de la tecnología más moderna de dirección, espiritualmente hablando, vivimos en una selva. Hay graves peligros. Es fácil perderse. Hay muchos que caminan sin rumbo, confundidos y seducidos por cosas que ellos mismos no comprenden.
  • Por eso, tú y yo necesitamos un guía. No debemos caminar solos por este mundo. La buena noticia es que Dios nos ha dado un guía. La mejor noticia de todas es que ese guía es Dios mismo. Para conocer más de nuestro guía, vamos a regresar a la noche antes de que Jesús fuera traicionado.
  • Estaba con sus discípulos en la última cena que tuvo con ellos, y les explicaba lo que estaba a punto de suceder. Ellos, por supuesto, no comprendían nada.Leamos Juan 14:15-27.
  • »Si ustedes me aman, obedecerán mis mandamientos. 16 Y yo le pediré al Padre, y él les dará otro Consolador para que los acompañe siempre: 17 el Espíritu de verdad, a quien el mundo no puede aceptar porque no lo ve ni lo conoce. Pero ustedes sí lo conocen, porque vive con ustedes y estará en ustedes. 18 No los voy a dejar huérfanos; volveré a ustedes. 19 Dentro de poco el mundo ya no me verá más, pero ustedes sí me verán. Y porque yo vivo, también ustedes vivirán. 20 En aquel día ustedes se darán cuenta de que yo estoy en mi Padre, y ustedes en mí, y yo en ustedes. 21 ¿Quién es el que me ama? El que hace suyos mis mandamientos y los obedece. Y al que me ama, mi Padre lo amará, y yo también lo amaré y me manifestaré a él».
  • 22 Judas (no el Iscariote) le dijo: —¿Por qué, Señor, estás dispuesto a manifestarte a nosotros, y no al mundo? 23 Le contestó Jesús: —El que me ama, obedecerá mi palabra, y mi Padre lo amará, y haremos nuestra morada en él. 24 El que no me ama, no obedece mis palabras. Pero estas palabras que ustedes oyen no son mías, sino del Padre, que me envió.
  • 25 »Todo esto lo digo ahora que estoy con ustedes. 26 Pero el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, les enseñará todas las cosas y les hará recordar todo lo que les he dicho. 27 La paz les dejo; mi paz les doy. Yo no se la doy a ustedes como la da el mundo. No se angustien ni se acobarden. (NVI)
  • Al principio de este capítulo, Jesús les dice a sus discípulos: No se angustien. También les dice: No los voy a dejar huérfanos. Pongámonos en el lugar de los discípulos, por un momento. Habían caminado con Jesús durante tres años. Lo habían llegado a querer. Se habían entregado a su misión.
  • Ahora, él les comienza a decir que se va. ¿A dónde? ¿Los va a dejar? Se sentían como niños que están a punto de perder a su padre. ¿Quién los cuidaría? ¿Quién les diría que hacer? ¿Quién los guiaría? Se iban a quedar solos. Es en medio de esa preocupación, de esa necesidad, que Jesús les dice estas palabras. Les dice que no se van a quedar solos. Les dice que vendrá otro para tomar su lugar. Les dice que tendrán un guía, el Espíritu Santo.
  • Lo que Jesús les prometió a los discípulos se ha hecho realidad para nosotros. Cincuenta días después de su crucifixión, en el día de Pentecostés, el Espíritu Santo descendió sobre los apóstoles. Con esto comenzó algo nuevo. El Espíritu Santo había venido para vivir en cada creyente y acompañarnos siempre.
  • Por supuesto, el Espíritu siempre ha estado presente en la creación. Desde el comienzo, cuando él se movía sobre la faz de las aguas, él ha estado aquí. Pero en el día de Pentecostés, él vino de una manera nueva. Vino para hacer algo diferente. Se presentó para comenzar una nueva obra.
  • Lo podemos comparar con la venida de Jesús al mundo. Dios el Hijo siempre ha estado presente en la creación. Él es la Palabra, el logos, que le da forma a todo. Sin embargo, en cierto momento de la historia, él se hizo hombre y nació de una mujer. Aunque siempre ha estado presente en la creación, vino de una manera nueva para hacer algo nuevo. Vino para salvar a todos los que creen en él.
  • Del mismo modo, en el día de Pentecostés, el Espíritu Santo se manifestó de manera nueva para hacer algo nuevo y fresco. Él quiere hacer algo nuevo en nosotros también. Estoy convencido de que nuestra mayor necesidad es ser realmente llenos del Espíritu Santo. Él viene a vivir en nosotros cuando aceptamos a Cristo como Señor y Salvador. Romanos 8:9 dice claramente que, si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Cristo. (NVI) Pero Efesios 5:18 también nos dice, sean llenos del Espíritu. (NVI)
  • La presencia del Espíritu en nosotros es un hecho, si nos hemos entregado a Cristo. Pero de nosotros depende si él nos va a llenar, si vamos a experimentar la plenitud de su poder, o si viviremos en mediocridad y a medias. ¿Cómo, entonces, podemos avanzar hacia la llenura del Espíritu Santo?
  • En primer lugar, tenemos que sentir esa necesidad. Cuando Jesús les prometió a sus discípulos que les iba a enviar al Espíritu Santo, ellos sabían que lo necesitaban. Estaban con Jesús. Les acababa de decir que se iba. No nos dejes solos, era el clamor de su corazón. Sabían que necesitaban un guía, un maestro, un Consejero.
  • ¿Reconocemos nuestra necesidad del Espíritu? ¿O estamos distraídos con otras cosas que parecen satisfacer nuestras necesidades, pero terminan dejándonos vacíos? La mitología nos habla de las sirenas, bellas criaturas que se sentaban sobre las rocas y atraían con sus hermosas canciones a los marineros para que se mataran naufragando en las rocas.
  • Hay muchas cosas en el mundo que nos seducen, pero lo que tú y yo más necesitamos después de la salvación que Jesús nos da es la llenura del Espíritu Santo en nuestras vidas. Si te falta dirección, te falta el Espíritu Santo. Si te falta sabiduría, te falta el Espíritu Santo. Si te falta sanidad, te falta el Espíritu Santo. Si te falta poder, te falta el Espíritu Santo. Su presencia es lo que más necesitamos. ¿Te das cuenta de que necesitas al Espíritu Santo?
  • Si te has dado cuenta de que lo necesitas, estás listo para el próximo paso. Lo siguiente es pedir por el Espíritu Santo. Cuando Jesús les prometió a sus discípulos que lo recibirían, les dijo que él le iba a pedir al Padre que lo enviara. Así lo dice el verso 16. Le pediré al Padre, y él les dará otro Consolador.
  • Sin embargo, en Lucas 11:13, encontramos algo interesante. Jesús ya le pidió al Padre que nos enviara al Espíritu, y esto sucedió en el día de Pentecostés. Pero nosotros también debemos pedir más del Espíritu. Lucas 11:13 dice: Pues, si ustedes, aun siendo malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto más el Padre celestial dará el Espíritu Santo a quienes se lo pidan!
  • Si somos creyentes, no tenemos que pedir la presencia del Espíritu Santo. Él ya está presente en nosotros. Pero sí debemos pedir más de él, más de su poder, más de su presencia. Si con sinceridad y necesidad le pedimos al Padre que nos dé más de su Espíritu, él lo hará. No tenemos que dudarlo, pero sí tenemos que hacerlo.
  • Por eso te pregunto: ¿Buscas más del Espíritu Santo? ¿Le pides al Padre anhelando que él te llene más? ¿O simplemente te conformas con lo mismo? ¿Deseas ir más lejos y más profundo en tu experiencia con Dios? ¿O estás contento con simplemente vadear por las orillas del mar de Dios?
  • Si vamos a pedir que Dios nos llene con más de la presencia de su Espíritu, debemos saber cómo vamos a vivir con el Espíritu Santo. Cuando Jesús les prometió a sus discípulos que les iba a enviar al Espíritu Santo, también les dijo: Si ustedes me aman, obedecerán mis mandamientos. Más tarde, él vuelve a decir: ¿Quién es el que me ama? El que hace suyos mis mandamientos y los obedece. Y al que me ama, mi Padre lo amará, y yo también lo amaré y me manifestaré a él.
  • Si vamos a convivir plenamente con el Espíritu Santo, creceremos en la obediencia. La obra del Espíritu Santo en nosotros se parece a la función de las tenazas. Las tenazas tienen dos partes. Si tratamos de usar una sola, no funcionan muy bien. Al contrario, resulta muy frustrante tratar de recoger algo con tenazas rotas.
  • De igual modo, el Espíritu Santo obra en nosotros, pero nosotros tenemos que responder con obediencia. Si nosotros tratamos de obedecer sin contar con el poder del Espíritu Santo, terminaremos en la frustración. Pero si pensamos que el Espíritu Santo obrará poderosamente en nosotros cuando no queremos obedecer, igualmente frustrados quedaremos.
  • Más bien, cuando empezamos a buscar más del Espíritu Santo, él nos llamará a la obediencia. Por ejemplo, puede ser que ponga en nosotros un anhelo por leer las Escrituras. Si nosotros lo resistimos, si le decimos que no, entonces la obra queda inconclusa. No llegaremos a experimentar su poder, porque no hemos cerrado las tenazas con nuestra respuesta de obediencia.
  • Muchas veces, el Espíritu Santo señalará algo en nuestra vida que debemos rendirle. Entrégame ese rencor, esa necesidad, esa relación, él nos dirá. Si en ese momento nos negamos, su obra queda incompleta. Nos cerramos a lo que él quiere hacer. Luego nos quejamos: No sé por qué no veo la obra de Dios en mi vida. Es que nosotros mismos lo hemos excluido.
  • Esteban dijo algo en su último discurso antes de ser apedreado que nos debe servir como aviso: ¡Tercos! ¡Infieles! ¿Hasta cuándo van a estar resistiendo al Espíritu Santo? (Hechos 7:51 NBV) Cuando dejamos de resistir la obra del Espíritu y colaboramos con él, permitimos que él siga obrando. Suceden más cosas maravillosas en nosotros.
  • La obediencia es la prueba del amor. Cuando obedecemos, dice Jesús, Dios mora en nosotros. Jesús dijo: El que me ama, obedecerá mi palabra, y mi Padre lo amará, y haremos nuestra morada en él. Por medio del Espíritu Santo, el Padre y el Hijo también moran en nosotros.
  • Quiero invitarte a que te unas conmigo en pedirle más al Padre que nos llene con más de su Espíritu, para la gloria de su Hijo. ¿Te conformas con la que ya tienes? ¿O estás preparado para rendirte en obediencia para que el Espíritu te llene con poder? Imagina lo que sucedería si tan solamente la mitad de nosotros lo hiciera. Llevaría a la transformación de nuestros hogares, de nuestra iglesia y de nuestra comunidad. ¿Estás listo para pedirle a Dios más de su Espíritu?
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