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Una iglesia diferente

7/24/2022

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  • Se cuenta la historia de un niño que se había portado muy mal durante su primer año de escuela. La maestra lo había tenido que castigar vez tras vez por sus travesuras. En su día, todavía se practicaba la disciplina corporal, y le habían tocado muchas nalgadas al niño.
  • Por fin subió de año, y su nueva maestra era una joven tímida recién graduada de la universidad. La maestra de primer año le dijo a la nueva maestra del niño: Ya sé cómo se porta ese muchacho. Si tienes problemas con él, mándamelo y yo sabré cómo castigarlo.
  • No habían pasado muchos días cuando llegó el niño tocando a la puerta del salón de primer año. Tan pronto lo vio, sin decir nada, la maestra lo agarró y le empezó a darle sus nalgadas. Cuando terminó de castigarlo, lo miró y dijo: Bueno, niño, ¿qué me tienes que decir? El niño le respondió: Por favor, Señora, mi maestra me mandó a pedirle las tijeras.
  • Tan grande fue la fuerza de la costumbre que, sin pensarlo, la maestra castigó al pobre niño. Lo trató injustamente, porque se imaginó que nunca sería diferente. ¿Haremos nosotros lo mismo? ¿Lo haremos con otras personas? ¿Lo haremos con nosotros mismos?
  • La Biblia nos dice que el cambio es posible. No estamos destinados a repetir los errores de nuestros antepasados. Podemos ser diferentes. Cuando nos entregamos a Dios, él comienza a trabajar en nosotros para transformarnos. Nos da a Jesús como mentor, y a su Espíritu como guía. Nos da su Palabra para enseñarnos. Nos da ejemplos para seguir.
  • Uno de los ejemplos que encontramos en su Palabra es la historia del pueblo de Dios en el Antiguo Testamento. Entre otras cosas, la historia de Israel nos da buenos y malos ejemplos. Al mismo tiempo, nos muestra que Dios es fiel. En medio de las fallas de su pueblo, Dios nunca se rindió.
  • Cuando Dios sacó a su pueblo de la esclavitud en Egipto, los llevó por un largo trayecto hacia la tierra que les había prometido. Hay dos cosas que vemos en este trayecto. Una de ellas es que Dios nunca dejó de suplir lo que ellos necesitaban. La otra cosa es que ellos nunca dejaron de quejarse.
  • Se encontraron frente al mar Rojo sin modo de cruzar, y la primera cosa que hicieron fue quejarse. Decían: ¡Nos trajiste aquí para morir! Pero Dios ya tenía un plan. Milagrosamente, abrió el mar para que cruzaran por tierra seca. Al llegar al otro lado, alabaron a Dios. Pero al poco rato, ya se estaban quejando de nuevo. No había agua, y se iban a morir de sed. Dios les dio agua de la roca.
  • No había comida, y se iban a morir de hambre. Dios les dio pan del cielo que se llamaba maná. Queja tras queja, pero Dios seguía fiel. Cuando por fin llegaron a la tierra, también se quejaron. Dijeron que los habitantes eran demasiado grandes y espantosos. Como resultado de su queja, esa generación perdió la oportunidad de entrar a la tierra.
  • Al despedirse de este pueblo que había guiado durante cuarenta años, Moisés los describió así: Es una generación perversa y depravada. (Deuteronomio 32:5 NBV) Seamos honestos. ¿Nos parecemos a ellos? Tengo que confesar que yo muchas veces soy así. He visto la fidelidad de Dios en tantas ocasiones en mi propia vida. Sin embargo, cuando las cosas no van como yo quiero, a veces me quejo en lugar de confiar.
  • Pero no tenemos que ser así. El apóstol Pablo reflexiona sobre la experiencia de Israel en el desierto, y nos llama a nosotros a ser diferentes. Leamos sus palabras en Filipenses 2:14-18.
  • Háganlo todo sin quejas ni contiendas, 15 para que sean intachables y puros, hijos de Dios sin culpa en medio de una generación torcida y depravada. En ella ustedes brillan como estrellas en el firmamento, 16 manteniendo en alto la palabra de vida. Así en el día de Cristo me sentiré satisfecho de no haber corrido ni trabajado en vano. 17 Y aunque mi vida fuera derramada sobre el sacrificio y servicio que proceden de su fe, me alegro y comparto con todos ustedes mi alegría. 18 Así también ustedes, alégrense y compartan su alegría conmigo.
  • La conexión entre la experiencia de Israel en el Antiguo Testamento y las palabras que acabamos de leer está en el verso 15. Allí Pablo cita Deuteronomio 32:5, las palabras de Moisés que describían al pueblo de Israel. Lo que significa es que la gente de hoy es como era el pueblo de Israel. Es una generación torcida y depravada. En lugar de vivir según las leyes de Dios, hacen sus propias leyes.
  • Pero nosotros no tenemos que ser así. Nosotros podemos ser diferentes. Podemos ser la generación del cambio, no en nuestras propias fuerzas, sino por la fe en Jesús. En estos versículos hay tres ideas que nos ayudarán a ser diferentes. En lugar de repetir los errores de nuestros antepasados o imitar los errores de la gente que nos rodea, podemos ser una iglesia diferente.
  • En primer lugar, Dios nos dice que lo hagamos todo sin quejas ni contiendas. Una de las cosas que más nos estanca en nuestro crecimiento como hijos de Dios es tener una actitud quejumbrosa y contenciosa. Los israelitas se quejaban a cada rato, y como resultado, no avanzaron hacia lo que Dios tenía para ellos.
  • ¿Hay momentos cuando uno tiene que quejarse? Por supuesto. Pero cuando nos quejamos por cuestiones de simple gusto, detenemos nuestro avance. Cuando entramos en contiendas por simple egoísmo, dejamos de lograr lo que Dios quiere para nosotros.
  • Por eso, Dios nos dice que lo hagamos todo sin quejas ni contiendas. De esta manera, nos portamos como hijos de Dios y nos mantenemos libres de tacha. Todo depende de nuestra actitud. Alguien lo expresó así: Hoy me puedo quejar porque llueve, o puedo dar gracias que el jardín se está regando gratis. Puedo quejarme por la salud, o puedo dar gracias por la vida que tengo. Puedo quejarme de que las rosas tengan espinas, o puedo dar gracias porque las espinas tienen rosas.
  • Puedo quejarme porque tengo que ir al trabajo, o puedo dar gracias porque tengo trabajo para hacer. Puedo quejarme porque tengo que limpiar la casa, o puedo dar gracias porque tengo dónde vivir. Dios es fiel en cada circunstancia. Lo que determina nuestras acciones es nuestra actitud. ¿Escogeremos la gratitud, o viviremos quejándonos?
  • La segunda cosa que Dios nos llama a hacer es mantener su Palabra en alto. Nuestro pasaje dice: En ella ustedes brillan como estrellas en el firmamento, manteniendo en alto la palabra de vida. Esta frase también puede tener el sentido de aferrarnos a la Palabra de vida. Seremos diferentes cuando nos aferramos a la Palabra de vida y la llevamos en alto.
  • Los israelitas habían recibido una palabra de Dios. Él les había hecho promesas maravillosas. Les prometió una tierra, bajo la condición de que siguieran fieles a él y no adoraran a otros dioses. Les dijo que les daría la victoria sobre sus enemigos si lo buscaban primero a él. Tenían estas promesas, pero continuamente las ignoraban.
  • Hasta llegaron a decir que querían regresar a Egipto. ¡A Egipto, donde los habían maltratado! ¡A Egipto, donde habían sido esclavos! Recordaban los melones y las cebollas que habían comido en Egipto, y se olvidaban de todo el sufrimiento que habían tenido allí. Olvidaron la promesa que Dios les había dado. Prefirieron la esclavitud.
  • Nosotros sólo seremos diferentes si nos aferramos a la Palabra de Dios y dejamos de fijarnos en las mentiras del mundo. Dios nos hace promesas maravillosas en su Palabra, pero tenemos que aferrarnos a ellas. Su Palabra es la que nos inspira a ser diferentes. Su Palabra es la que nos dirige.
  • ¿Te has fijado en dónde se ponen las luces de los cuartos? Cuando prendemos la luz, por lo general cuelga del techo. Si no, es una lámpara alta. Nadie pone una luz en el piso, porque no alumbrará mucho. De la misma manera, si queremos ver con claridad en la vida, tenemos que mantener la Palabra de Dios en alto. Eso sucede cuando oímos la Palabra, leemos la Palabra, meditamos en la Palabra y obedecemos la Palabra.
  • La tercera cosa que Dios nos llama a hacer, si queremos vivir de una manera diferente, es regocijarnos. Así lo dicen los versos 17 y 18: Y aunque mi vida fuera derramada sobre el sacrificio y servicio que proceden de su fe, me alegro y comparto con todos ustedes mi alegría. Así también ustedes, alégrense y compartan su alegría conmigo.
  • El apóstol Pablo imagina su vida como una libación, es decir, una ofrenda de bebida que se derrama sobre el sacrificio de la fe de los filipenses. Su servicio unido al Señor era motivo de alegría, no de pesar. Era algo gozoso, no una carga. Por eso, él nos llama a alegrarnos juntamente con él.
  • La alegría es algo que escogemos. Podemos escoger la amargura y el rencor, o podemos escoger la alegría y la gratitud. No se trata de pegarnos una sonrisa y fingir que todo anda bien cuando nos sentimos mal. Algunos creyentes así viven. Creen que siempre tienen que fingir que todo marcha bien, aunque estén sufriendo.
  • La verdadera alegría viene de buscar en cada situación lo que Dios está haciendo. Pablo mismo reconocía que todos los sufrimientos que padecía tenían como propósito exaltar a Cristo. Aunque le pasaban cosas malas, y en ese momento se encontraba en la cárcel, sabía que Dios estaba obrando para bien. Sabía que esos malos momentos servirían para que más personas conocieran a Cristo.
  • Cuando vives para Cristo, puedes conocer la bondad de Dios en cada situación. Aunque pases por momentos tristes, aunque te toque llorar, sabrás que tu vida cuenta. Nada es en vano. Dios está obrando en todo. Al final, todo estará bien, porque Dios está con nosotros.
  • Esa misma alegría, cuando te decides a vivir en ella, te lleva a ser diferente. La alegría nos transforma. Por lo tanto, no repitamos los errores de antes. No seamos como los israelitas. ¿Cómo sería diferente nuestra vida y nuestra iglesia si todos tomáramos estas decisiones? Si todos decidiéramos dejar la queja y la contienda, llevar en alto la Palabra y escoger la alegría, las cosas serían diferentes. Y serán diferentes, si caminamos con Jesús.
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