PASTOR TONY HANCOCK
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Una iglesia humilde

7/15/2022

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  • ¿Quién es tu superhéroe favorito? Podría ser Supermán, con sus grandes hazañas y fuerza sobrenatural. O quizás admires a la Mujer Maravilla, con sus herramientas extraordinarias que dominan a sus enemigos. Los que tienen un sentido del humor posiblemente prefieran al Chapulín Colorado. ¡No contaban con su astucia!
  • Muchos niños sueñan con ser como su superhéroe favorito. Se ponen la capa de Supermán, y tratan de brincar lo más lejos que puedan. Los fabricantes de juguetes ganan mucho dinero debido al deseo de cada niño de disfrazarse de superhéroe. Estos instintos no son malos, porque cada niño necesita héroes para imitar.
  • ¿Quién será el mayor superhéroe de todos? Una vez vi una camiseta que tenía un dibujo de muchos superhéroes – Batman, Supermán, la Mujer Maravilla y muchos más – reunidos alrededor de un hombre. El de en medio les dice: ¡Así fue que salvé al mundo! El hombre, por supuesto, es Jesús. Es el mayor superhéroe de todos. Todo el mundo lo reconoce.
  • Sin embargo, aunque muchos lo reconocen, pocos imitan su cualidad más sobresaliente.  Si vamos a ser buenos seguidores suyos, tenemos que imitarlo. Si lo admiramos, tenemos que pensar como él pensó.  Encontramos su manera de pensar en Filipenses 2:5-11.
 La actitud de ustedes debe ser como la de Cristo Jesús,
6 quien, siendo por naturaleza Dios,
    no consideró el ser igual a Dios como algo a qué aferrarse.
7 Por el contrario, se rebajó voluntariamente,
    tomando la naturaleza de siervo
    y haciéndose semejante a los seres humanos.
8 Y, al manifestarse como hombre,
    se humilló a sí mismo
y se hizo obediente hasta la muerte,
    ¡y muerte de cruz!
9 Por eso Dios lo exaltó hasta lo sumo
    y le otorgó el nombre
    que está sobre todo nombre,
10 para que ante el nombre de Jesús
    se doble toda rodilla
en el cielo y en la tierra
    y debajo de la tierra,
11 y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor,
    para gloria de Dios Padre.  (NVI)
  • Acabamos de leer un himno que se cantaba en los primeros años de la iglesia.  Nos expresa verdades maravillosas acerca de Jesús.  El apóstol Pablo recoge este himno y le da una aplicación adicional.  Nos dice que no sólo debemos alabar a Jesucristo por lo que ha hecho, sino que debemos seguir su ejemplo.  Al considerar a fondo lo que dice este pasaje, queremos hacer dos cosas: adorar a Jesús por lo que hizo por nosotros, y considerar cómo podemos seguir su ejemplo de humildad.
  • La victoria de Jesús se realizó en tres movimientos.  En el primero de ellos, Jesús se humilló hasta lo más bajo.  Antes de nacer como hombre de la virgen María, Jesús existía como Dios.  El verso 6 lo describe a él así: siendo por naturaleza Dios.  Otra traducción dice siendo en forma de Dios.  El sentido es éste: antes de hacerse hombre, Cristo manifestaba en su existencia lo que realmente era, es decir, Dios.
  • Pongamos por comparación a la reina Elizabet de Inglaterra.  En ocasiones especiales, ella se viste de gala y se pone joyas preciosas que le pertenecen como reina.  Recibe ciertos reconocimientos, y tiene ciertos derechos.  Por ejemplo, ella puede viajar internacionalmente sin pasaporte, porque es la reina.  Si algún farsante tratara de hacerse pasar por la reina de Inglaterra, no tendría derecho a esos privilegios.  Sólo ella los tiene por ser reina.
  • De igual modo, antes de llegar a ser hombre, Jesús vivía en el cielo con todos los derechos que eran suyos como Dios.  Los ángeles lo adoraban.  No pasaba hambre ni sed, no se enfermaba y muchas cosas más.  Vivía como Dios, porque es Dios.
  • Pero ahora imaginemos que la reina Elizabet se cambiara de ropa y se vistiera como una lavandera.  Dejando a un lado toda su ropa de gala, sus sirvientes, su palacio y su reconocimiento, sale la reina a trabajar en un barrio pobre, lavando la ropa de la gente para ganar un sueldo miserable.
  • Ella no ha dejado de ser reina, pero ha dejado a un lado todos sus privilegios, todo su poder y todos sus lujos.  Esto es lo que hizo Jesús.  Sin dejar de ser Dios, él dejó los privilegios y el honor que merecía como Dios y se hizo hombre.  Tomó la vida de un siervo.  Tomó la apariencia de su creación.  Se humilló hasta lo más bajo.
  • ¿Sabes por qué lo hizo?  Lo hizo por nosotros.  Lo hizo para rescatarnos.  La fe que tenemos en él nos lleva a imitar su ejemplo.  Tener fe en Jesús no significa creer que él vivió, murió y resucitó.  Significa tenerle la confianza suficiente como para entender que su manera de vivir es la mejor.  En un mundo que nos llama al orgullo y la vanidad, Jesús nos enseña con su ejemplo a humillarnos.
  • Jesús no insistió en aferrarse a sus derechos como Dios, sino que voluntariamente se humilló.  A veces nosotros también tendremos que renunciar a nuestros derechos.  Habrá momentos en los que dejaremos de insistir en que nos respeten como lo merecemos, y estaremos dispuestos a aceptar el maltrato por la causa de Cristo.
  • No siempre está mal reclamar nuestros derechos.  El apóstol Pablo reclamó sus derechos como ciudadano romano cuando se encontró en la cárcel.  Habrá ocasiones en las que nosotros también tendremos que defender nuestros derechos o los de nuestros hijos.
  • Pero habrá otras ocasiones en las que, como Jesús, estaremos dispuestos a aceptar un trato que no nos merecemos – simplemente porque amamos a Jesús y seguimos su ejemplo de humildad.  Habrá ocasiones en las que no nos respetan debidamente, y en lugar de hacer un escándalo, nos portaremos con dignidad y con humildad – simplemente porque amamos a Jesús y seguimos su ejemplo.
  • Jesús no simplemente se humilló hasta lo más bajo.  En el segundo movimiento de su humillación, él fue obediente hasta la muerte.  Yo me imagino que, para Dios, sería suficiente humillación simplemente venir a vivir en este mundo que él creó, y al que nosotros hemos convertido en un desastre.  Pero Jesús no sólo vivió en este mundo; murió también en este mundo, a manos de su propia creación.
  • No fue cualquier muerte.  Morir en una cruz era la muerte más cruel y degradante que se conocía en el mundo.  El condenado sufría la vergüenza de colgar desnudo ante la vista de todos.  Sufría una muerte lenta, bajo un sol abrasador, luchando por lograr cada respiración.  Poco a poco se desangraba, y con la sangre se le iban las fuerzas.  Para Jesús, la angustia física fue sólo una parte de lo que sufrió.  También sufrió la agonía espiritual de tomar la culpa y la vergüenza de todo nuestro pecado.  Fue separado de su Padre en ese momento.
  • Nunca terminaremos de alabar y agradecerle a Jesús ese momento en la cruz cuando, con dolor infinito, consiguió el perdón de todos los que creemos en él.  Una manera de alabarlo es imitar su ejemplo de obediencia.  De hecho, la humildad requiere obediencia, y a veces, sufrimiento.
  • ¿Hasta dónde estás dispuesto a sufrir por obedecer a Dios?  ¿Qué estás dispuesto a sacrificar por ser obediente?  Creo que muchos de nosotros estamos dispuestos a obedecer, siempre y cuando no nos cueste nuestra comodidad.  Queremos ser obedientes cuando nos es conveniente.  Cuando nos cuesta esfuerzo, cansancio o hambre, en cambio, nuestra obediencia se acaba.
  • ¿Qué hacemos cuando Dios nos pide algo difícil? ¿Qué hacemos cuando nos pide que perdonemos? ¿Qué hacemos cuando nos pide que le sirvamos de maneras que no son cómodas? ¿Qué hacemos cuando nos pide que hablemos a otros de Cristo, sabiendo que no siempre nos escucharán? Así como Jesús obedeció, Dios nos llama a obedecer también.
  • Allí no se acaba la historia.  El tercer movimiento en la humillación de Jesús es su exaltación.  Por su obediencia, su Padre lo exaltó al más alto lugar.  Le dio el nombre sobre todo nombre.  Ante el nombre de Jesús, toda rodilla se doblará.  Algunos doblan la rodilla ahora, y reciben de él la salvación.  Cuando él regrese, todos tendrán que doblar la rodilla en reconocimiento de su autoridad.  Si no lo han hecho voluntariamente antes, no tendrán ninguna esperanza de salvación.
  • Jesús ha recibido el nombre sobre todo nombre.  No hay otro nombre bajo el cielo por el cual podamos ser salvos, como dice Hechos 4:12.  En su nombre hay perdón de pecados y vida eterna, como nos dice Juan en su primera carta.  ¡Es glorioso el nombre de Jesucristo!  Es el nombre que debemos proclamar.
  • Si llevamos su nombre, llamándonos cristianos y seguidores de Jesús, tenemos que buscar la gloria que él buscó.  No es la gloria de otros.  No es la adulación de la gente, ni la honra de las multitudes.  Jesús fue exaltado por su Padre, y ése es el honor más grande que cualquiera puede recibir.
  • Nosotros también seremos exaltados por Dios si nos humillamos y servimos a los demás.  Santiago 4:10 dice: Humíllense delante del Señor, y él los exaltará.  (NVI) Cuando aprendemos la verdadera humildad, entonces Dios nos puede exaltar.
  • Guillermo Carey, el gran misionero a la India, recibió en sus últimos días la visita de otro misionero.  Su visitante habló con él sobre el servicio que le había dado al Señor, y luego oró por él.  Viendo que el misionero anciano estaba cansado, se levantó para retirarse.  Guillermo Carey lo llamó para que regresara.
  • Con voz débil le dijo: Has estado hablando del doctor Carey, el doctor Carey esto y el doctor Carey lo otro.  Cuando me vaya, no quiero que hables del doctor Carey.  Quiero que hables del Salvador del doctor Carey.  Eso, mis hermanos, es la humildad.  Esa es la mente de Cristo.
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