PASTOR TONY HANCOCK
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Una iglesia que cuida de los suyos

11/10/2019

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  • Nadie tiene que aprender a ser egoísta.  Una de las palabras más usadas por los niños pequeños es “mío”.  Con la edad simplemente aprendemos a disfrazar nuestro egoísmo natural.  Jesús confronta nuestro egoísmo humano con un llamado al amor radical.  Lucas registra sus palabras: Dale a todo el que te pida.  (Lucas 6:30 NVI)  Jesús resume la actitud que debemos tener hacia los demás con la regla de oro: Traten a los demás tal y como quieren que ellos los traten a ustedes.  (Lucas 6:31 NVI)
  • Estas palabras dejan al descubierto los pensamientos ocultos de nuestro corazón.  Es muy fácil pasar de largo cuando vemos a un mendigo.  Es muy natural decir, cuando vemos a una persona pobre, Seguramente es un drogadicto.  Es muy fácil caminar por la vida pensando solamente en nuestros problemas, en nuestras preocupaciones, en nuestras necesidades.
  • Jesús nos llama a buscar siempre la manera de ayudar, en lugar de buscar pretextos para ignorar la necesidad de otros.  Nos llama a tener un corazón transformado por el amor de Dios, un amor que se sacrifica por el bien de los demás.  Sin embargo, a veces no resulta tan fácil saber cómo ayudar.
  • Un hombre iba entrando a la gasolinera un día cuando vio a una mujer que parecía estar tratando de empujar su carro hacia uno de los surtidores.  Caballerosamente se bajó del auto y se dispuso a ayudarla a empujar.  La mujer lo miró y le preguntó: ¿Qué hace?  El hombre le respondió: Le estoy ayudando a empujar su carro.  Y usted, ¿qué hace?
  • La mujer le contestó: Estoy haciendo ejercicios de estiramiento antes de salir a correr.  ¡Pobre hombre!  Había malinterpretado la situación, y trataba de ayudar a la mujer a hacer algo que ella no pretendía.  Es una situación chistosa, pero nos lleva a la pregunta: ¿Cómo debemos ayudar?  ¿Cómo podemos apoyar a las personas de maneras que realmente les ayudarán?
  • En el pasaje que veremos hoy en la primera carta de Pablo a Timoteo, encontramos tres pautas prácticas para aplicar la enseñanza de Jesús dentro de la vida de la iglesia.  La iglesia debe ser una familia que cuida de los suyos.  Veremos precisamente cómo debe suceder esto.
  • Cuando se escribió esta carta, las viudas eran las personas más marginadas.  Una mujer mayor de edad que se había quedado sin esposo, en especial si no tenía hijos, estaba en grave peligro de morirse de hambre.  Por esta razón, la iglesia pronto reconoció la necesidad de cuidar de las viudas creyentes y estableció un ministerio especial para ellas.
  • Esta costumbre comenzó en los primeros años de la iglesia.  De hecho, lo que llevó al nombramiento de los primeros diáconos fue precisamente la necesidad de atender a las viudas.  Pablo le escribe a Timoteo unas cuantas décadas después, y le da ciertas normas para el manejo de este programa.
  • No estamos a punto de establecer un ministerio de ayuda para las viudas.  Si observamos bien lo que Pablo dice, no hay ninguna viuda en nuestra iglesia que calificaría para recibir esta ayuda.  También hay ayudas en nuestra sociedad que no existían en el día de Pablo.
  • Sin embargo, los principios que observamos en estos versículos nos pueden ayudar a pensar correctamente en la mejor manera de ayudar a nuestros hermanos necesitados.  Vamos a identificar en este pasaje tres principios prácticos que deben guiarnos en nuestros esfuerzos.  Para empezar, leamos lo que la Biblia nos dice.  Vamos a leer 1 Timoteo 5:3-16.
Reconoce debidamente a las viudas que de veras están desamparadas. 4 Pero, si una viuda tiene hijos o nietos, que estos aprendan primero a cumplir sus obligaciones con su propia familia y correspondan así a sus padres y abuelos, porque eso agrada a Dios. 5 La viuda desamparada, como ha quedado sola, pone su esperanza en Dios y persevera noche y día en sus oraciones y súplicas. 6 En cambio, la viuda que se entrega al placer ya está muerta en vida. 7 Encárgales estas cosas para que sean intachables. 8 El que no provee para los suyos, y sobre todo para los de su propia casa, ha negado la fe y es peor que un incrédulo.
9 En la lista de las viudas debe figurar únicamente la que tenga más de sesenta años, que haya sido fiel a su esposo, 10 y que sea reconocida por sus buenas obras, tales como criar hijos, practicar la hospitalidad, lavar los pies de los creyentes, ayudar a los que sufren y aprovechar toda oportunidad para hacer el bien.
11 No incluyas en esa lista a las viudas más jóvenes, porque cuando sus pasiones las alejan de Cristo, les da por casarse. 12 Así resultan culpables de faltar a su primer compromiso. 13 Además se acostumbran a estar ociosas y andar de casa en casa. Y no solo se vuelven holgazanas, sino también chismosas y entrometidas, hablando de lo que no deben. 14 Por eso exhorto a las viudas jóvenes a que se casen y tengan hijos, y a que lleven bien su hogar y no den lugar a las críticas del enemigo. 15 Y es que algunas ya se han descarriado para seguir a Satanás.
16 Si alguna creyente tiene viudas en su familia, debe ayudarlas para que no sean una carga a la iglesia; así la iglesia podrá atender a las viudas desamparadas.  (NVI)
  • El primer principio que resalta en este pasaje es el principio del respeto.  El verso 3 dice, Reconoce a las viudas.  La Reina Valera lo traduce de manera aun más literal: Honra a las viudas.  Se refiere al apoyo económico de las viudas, no simplemente a tener un día especial para reconocerlas.  Pero lo describe como una manera de honrarlas, como una acción de respeto.
  • Lo que a veces llamamos caridad nunca debe convertirse en una manera de despreciar a otros.  Cuando ayudamos a alguien – sea de manera personal, o como iglesia – jamás lo debemos hacer pensando que somos mejores que ellos.  Más bien, tenemos que honrar a la persona y ver en él o en ella la imagen de Dios.
  • Una señora rica le dijo a un mendigo: Le voy a dar un dólar, no porque se lo merezca, sino porque me agrada hacerlo.  El mendigo le contestó: Gracias, señora.  ¿No me podría dar cinco dólares, y gozarse a lo grande?  La actitud de esa señora es la actitud incorrecta.  No debemos ayudar para sentirnos superiores, sino para honrar a Dios y la persona necesitada.
  • El segundo principio que debe guiarnos en nuestra generosidad es el principio de la compasión.  El verso 5 describe a la viuda desamparada que pone su confianza en Dios y pide su ayuda noche y día.  En lugar de decir, Que Dios la ayude, nuestra respuesta debe ser de compasión.
  • La palabra compasión significa sentir con.  Implica ponernos en el lugar de la otra persona, imaginar lo que nosotros sentiríamos si nos encontráramos en su situación y mostrarle el amor que nosotros quisiéramos recibir.  Significa que ya no vemos al necesitado como otro sino como uno de nosotros.
  • Cuidar al necesitado, entonces, se tiene que hacer con respeto y compasión.  El tercer principio que Dios nos da es la responsabilidad.  Cuando tratamos de ayudar a otros, pero no lo hacemos de maneras responsables, podemos incluso hacer más daño que bien.
  • La primera clase de responsabilidad que nos menciona Dios es la responsabilidad de cuidar a nuestros propios familiares.  Lo menciona el verso 4: Si una viuda tiene hijos o nietos, que éstos aprendan primero a cumplir sus obligaciones con su propia familia.  Lo repite el verso 16: Si alguna creyente tiene viudas en su familia, debe ayudarlas para que no sean una carga a la iglesia; así la iglesia podrá atender a las viudas desamparadas.  (NVI)
  • El conocido filósofo francés Rousseau abandonó a sus cinco hijos en un orfanatorio inmediatamente después de que nacieron.  Tenía los medios para sostenerlos, pero simplemente no quería la molestia.  No podemos imitar su ejemplo.  Negamos la fe si abandonamos nuestra responsabilidad familiar pensando que otros se encargarán, porque la fe misma nos enseña a ser responsables.
  • La segunda clase de responsabilidad que nos menciona Dios es la responsabilidad de ver cómo ayudamos.  Pablo le dice a Timoteo que la iglesia no debe hacerse cargo del mantenimiento de las viudas menores de sesenta años.  ¿Por qué?  Porque cuando la iglesia sostenía a una viuda, ella hacía un compromiso de servir al Señor.
  • Las viudas más jóvenes podían hacer ese compromiso en un momento de entusiasmo, pero luego querer casarse y fallar a su compromiso.  Además, dice Pablo, se acostumbran a estar ociosas y andar de casa en casa.  Y no sólo se vuelven holgazanas sino también chismosas y entrometidas, hablando de lo que no deben.  (1 Timoteo 5:13 NVI)
  • Por eso, dice Pablo, es mejor que las viudas jóvenes se casen y se dediquen al cuidado de su hogar.  Esto contribuye a la felicidad de todos.  Incluso contribuye al bienestar de las mismas viudas, porque las libera de la tentación a descarriarse.
  • Tenemos la responsabilidad de ayudar en maneras que no perjudican.  Sería perjudicial, en otras palabras, ayudar a las viudas que tienen mejores opciones.  Lo mismo se puede decir de las maneras en las que nosotros ayudamos a los demás.  Por ejemplo, en algunas partes de África, la caridad ha destruido las industrias de ropa.
  • Ha entrado por donación tanta ropa usada que las personas que antes se ganaban la vida fabricándola se han quedado sin trabajo.  Las personas dan de buen corazón, pero su manera de ayudar termina perjudicando a la misma gente que tratan de ayudar.  Todos merecen ayuda; no es cuestión de ayudar sólo a los que “se lo merecen”.  Es cuestión de ser responsables en nuestra manera de dar, para que no perjudiquemos a los que queremos ayudar.
  • Respeto, compasión y responsabilidad: tres palabras que nos deben guiar cuando pensamos en cuidar a los necesitados.  Cuando veamos una necesidad, sobre todo en la familia de Dios, busquemos la manera de ayudar.  Como dice Gálatas 6:10: Por lo tanto, siempre que tengamos la oportunidad, hagamos bien a todos, y en especial a los de la familia de la fe.  Esto agrada a nuestro Dios y Padre celestial, quien siempre nos da cosas buenas.
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