PASTOR TONY HANCOCK
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Una iglesia que mira hacia la eternidad

6/12/2022

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  • Hay ciertas tareas que sólo se hacen bien cuando uno no se fija en lo que está haciendo. Parece extraño, pero piensa conmigo. Si quiero manejar hacia la casa, pero sólo me fijo en el volante y los pedales y el estéreo del carro, ¿qué me va a pasar? ¡Voy a chocar! Tengo que observar la carretera, en lugar de sólo fijarme en el carro mismo.
  • O digamos que quiero hacer un surco con un tractor para sembrar vegetales. ¿Qué sucederá si sólo me fijo en el pedacito de tierra que tengo delante? ¡Terminaré con un surco bien ondulado! Si quiero dejar un surco recto, tengo que mirar hacia un punto a la distancia y dirigirme a él. Si así lo hago, dejaré un surco bien hecho.
  • Así también es la vida. Si queremos vivir bien en esta tierra, tenemos que fijar la mirada en la eternidad. C.S. Lewis lo expresó así: Apunta al cielo y tendrás la tierra por añadidura. Apunta a la tierra y no tendrás ninguna de las dos cosas. En otras palabras, si sólo quieres vivir bien en la tierra, terminarás frustrado – y perderás la eternidad. En cambio, si vives para la eternidad, descubrirás que tu vida en la tierra cobra sentido y propósito.
  • Encontramos un gran ejemplo de esto en la vida del apóstol Pablo. Escribiendo a los filipenses desde la cárcel, les dio su perspectiva sobre todo lo que le sucedía. Aunque escribía desde la cárcel, Pablo usó la palabra “gozo” muchas veces en su carta a la iglesia de Filipos. ¿Cómo pudo tener gozo en medio de esta situación? Encontremos la respuesta en Filipenses 1:21-26.
  • Porque para mí el vivir es Cristo y el morir es ganancia. 22 Ahora bien, si seguir viviendo en este mundo representa para mí un trabajo fructífero, ¿qué escogeré? ¡No lo sé! 23 Me siento presionado por dos posibilidades: deseo partir y estar con Cristo, que es muchísimo mejor, 24 pero por el bien de ustedes es preferible que yo permanezca en este mundo. 25 Convencido de esto, sé que permaneceré y continuaré con todos ustedes para contribuir a su jubiloso avance en la fe. 26 Así, cuando yo vuelva, su satisfacción en Cristo Jesús abundará por causa mía.
  • ¿Qué será necesario para poder decir, con Pablo, Para mí el vivir es Cristo y el morir es ganancia? ¿Podrías decir eso? Tengo que confesar que yo no siempre podría repetir esas palabras con sinceridad. Pero me he dado cuenta de que, cuando las comprendo y las vivo, mis pasos son diferentes. Mis decisiones son mejores. Mi corazón está contento.
  • Si queremos hacer de estas palabras nuestro lema, tenemos que poner la mirada en la eternidad. Cuando lo hacemos, Cristo da sentido a nuestra vida aquí en la tierra, y nos quita el temor a la muerte. Sabemos que él ya conquistó la muerte. Él pagó por nuestros pecados en la cruz, y resucitó victorioso sobre la tumba.
  • Quiero que analicemos las dos frases de esta oración una por una. Para empezar, ¿qué significa decir, Para mí el vivir es Cristo? Significa vivir una vida tan saturada de Cristo que él se hace presente en cada momento de la vida. Significa vivir en su presencia, rodeado de su amor, buscando su ayuda, queriendo agradarle en todo. Es una vida de entrega por amor.
  • ¿Te das cuenta de cuánto te ama Cristo? ¿Quién más estaría dispuesto a dar su vida por ti cuando tú le habías dado la espalda? ¿Quién más te esperaría pacientemente cuando te has alejado de él? Ahora, él está preparándote un lugar para que pases la eternidad con él. El amor de Cristo realmente es eterno.
  • Muchas veces, sin embargo, no vivimos en la presencia de Cristo. En mi experiencia, hay dos cosas que nos alejan de vivir en Cristo: el pecado y el egoísmo. El pecado no puede coexistir con Cristo en nuestro corazón. Si el Espíritu Santo te está llamando a dejar algún pecado, y no lo quieres hacer, ese pecado te alejará más y más de Cristo.
  • Imagina, por un momento, a una persona que tiene de mascota a un ratoncito blanco y un gato negro. Ama a sus dos mascotas, y le gusta dejar que anden libremente por la casa. ¿Cómo crees que funcionará ese arreglo? ¡No creo que funcione! Tendrá que decidir entre el gato y el ratón. No puede tener a los dos.
  • Del mismo modo, no podemos amar a Cristo y al pecado. Por eso, dice Pablo en otro lugar: Por mi parte, si de algo presumo, es de nuestro Señor Jesucristo crucificado; en su cruz, el mundo ha muerto para mí y yo para el mundo. (Gálatas 6:14 BLPH) Con todo lo que representa la cruz – el amor de Dios, su perdón, su victoria sobre el diablo, su unión a nosotros en nuestro sufrimiento y mucho más – ya el mundo deja de tener importancia.
  • El mundo que se menciona aquí no es el mundo que Dios creó, con la belleza de la naturaleza y todos los aspectos buenos de la vida. Es el mundo de la humanidad rebelde, con su avaricia, su sexualidad pervertida y desenfrenada y su anhelo por controlar a los demás. Ese sistema nos envuelve hasta que Cristo nos libera. No podemos vivir en pecado y sentir el amor de Cristo.
  • Además del pecado, el egoísmo nos aleja de Cristo. Aquí me refiero simplemente a vivir la vida pensando sólo en nosotros mismos. Fuimos creados para vivir centrados en Dios, como un árbol que crece hacia la luz. Cuando ese árbol se encuentra en pleno sol, sus ramas se extienden frondosas y da su fruto cuando llega la temporada.
  • Pero si por alguna enfermedad la planta ya no crece hacia el sol, se comienza a atrofiar. Crece torcido. No da fruto. En lugar de ser algo bello y fructífero, es enfermizo y feo. Así nos pasa cuando dejamos de girar hacia Dios y comenzamos a enfocarnos en nosotros mismos.
  • Pablo nos da la solución en Gálatas 2:20: He sido crucificado con Cristo, y ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí. Lo que ahora vivo en el cuerpo, lo vivo por la fe en el Hijo de Dios, quien me amó y dio su vida por mí. Sigo viviendo, pero ya no vivo para mí mismo. Vivo para Cristo, por su amor y por la fe en él.
  • En otras palabras, me bajo del trono de mi propia vida y dejo que Cristo tome su lugar merecido allí. Sólo así podré dar fruto verdadero. Lo más triste de esta vida es vivirla sin dar fruto para la eternidad. La única manera de dar ese fruto es en sumisión a Cristo, por amor y por fe en él.
  • Cuando nuestro vivir es Cristo, podemos enfrentar la muerte sin temor. Por eso, Pablo dice: el morir es ganancia. Poner la mirada en la eternidad nos libera del temor a la muerte. Alguien dijo una vez que las únicas cosas seguras en la vida son la muerte y los impuestos. Todos sabemos que vamos a morir, pero tratamos de ignorar esa realidad.
  • La muerte se convierte en una sombra que opaca cada momento de alegría en la vida, porque sabemos que un día todo se acabará. Pero cuando conocemos a Cristo, la muerte se convierte en el umbral a una vida mucho mejor. Si amamos a Cristo, el momento de nuestra muerte será el momento de estar más cerca de él que nunca.
  • Pablo nos muestra esta realidad con una especie de diálogo interno. Nos hace imaginar que tuviera que escoger entre vivir y morir. Para el cristiano, morir significa estar directamente en la presencia de Cristo, que es mucho mejor. Sin embargo, seguir viviendo en este mundo nos da más oportunidades para servir a nuestro Señor.
  • No es que vayamos a escoger; sólo Dios tiene el derecho de determinar el momento de nuestra partida de este mundo. Pero lo que nos muestra este pasaje es la mirada que podemos tener hacia la eternidad. Cuando miramos hacia la eternidad, el temor a la muerte se va por completo.
  • Juan Crisóstomo dijo esto: No sintamos gozo por los vivos y tristeza por los muertos. Sintamos gozo por los muertos en Cristo, porque aún viven; y sintamos tristeza por los pecadores vivos, porque están muertos. Cuando miramos hacia la eternidad, entendemos lo que realmente importa.
  • En una noche clara, podemos ver miles de estrellas que parpadean en el cielo. Parece que siempre han existido y siempre existirán, pero tú y yo seguiremos viviendo cuando esas estrellas se hayan caído del cielo. Las montañas parecen eternas, pero tú y yo seguiremos viviendo cuando todas se hayan caído. Los ríos parecen nunca dejar de correr, pero tú y yo seguiremos viviendo cuando todos se hayan secado.
  • ¿Dónde pasarás la eternidad? ¿Estarás al lado de Cristo, porque lo has reconocido como tu Señor y Salvador? Si te has entregado a él, podrás decir en verdad que tu vivir es Cristo y tu morir será ganancia. Podrás vivir sin temor a la muerte, porque sabes con quién estarás después.
  • ¿Qué estás haciendo ahora que tendrá valor en la eternidad? Se cuenta la historia de un hombre cristiano que, al morir, solicitó un permiso especial para llevarse algo al paraíso. Aunque era bastante inusual, y nadie se lleva nada al cielo, Dios decidió darle un permiso especial.
  • Cuando por fin llegó a la puerta del cielo, el portero le preguntó que traía en su bolsa. El cristiano le mostró la gran cantidad de oro que había metido allí. Con una mirada de incredulidad, el portero le preguntó: ¿Pero por qué trajo usted asfalto? Ya ves, en el cielo las calles son de oro.
  • Esta parábola nos muestra que las cosas que tanto valoramos aquí en la tierra no valdrán nada en el cielo. Podemos gastar toda la vida en las cosas de este mundo y terminar sin nada. Pero si tenemos en vista la eternidad, podemos invertir nuestra vida ahora en cosas que valdrán la pena para siempre.
  • Cuando usamos nuestros bienes para bendecir a otros, vivimos para la eternidad. Cuando compartimos el evangelio, vivimos para la eternidad. Cuando educamos a nuestros hijos en la fe, vivimos para la eternidad. Cuando oramos, vivimos para la eternidad. Y tú, ¿qué fruto estás llevando en tu vida para la eternidad?
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