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Una iglesia que progresa

5/22/2022

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  • El progreso en la vida se mide de diferentes maneras. Algunos marcan el crecimiento de sus hijos poniendo una marca en la pared para mostrar su progreso. Los pediatras miden los hitos del desarrollo. Las notas escolares son una medida importante del progreso para muchos padres.
  • Se cuenta la historia de un hombre que tenía un perro tan inteligente que decidió mandarlo a la universidad. Después de su primer semestre cuando estaba de vacaciones en la casa, su amo le preguntó al perro qué tal iba progresando. El perro le respondió: Bueno, en realidad no me va muy bien en la ciencia ni en la matemática, pero he progresado bastante en aprender un segundo idioma.
  • ¡De veras! Contestó su amo. Háblame en tu segundo idioma, a lo que el perro le contestó, Miau. Quizás las medidas de progreso de un perro no son precisamente los mismos que se usarían para un ser humano, ¿verdad? Dejando a un lado a los perros, preguntemos: ¿cómo se mide el progreso de una iglesia? ¿Cuáles son los hitos que marcan su crecimiento?
  • Una iglesia que progresa se distingue por dos cosas que veremos en esta mañana. El apóstol Pablo las menciona cuando expresa su gratitud por la iglesia en Filipos, una iglesia ejemplar. Después de saludar a los filipenses, él le da gracias a Dios por ellos como iglesia. Vamos a ver las razones por las cuales Pablo da gracias, porque nos muestran cómo es una iglesia que progresa. Encontramos estas palabras en Filipenses 1:3-8.
  • Doy gracias a mi Dios cada vez que me acuerdo de ustedes. 4 En todas mis oraciones por todos ustedes, siempre oro con alegría, 5 porque han participado en el evangelio desde el primer día hasta ahora. 6 Estoy convencido de esto: el que comenzó tan buena obra en ustedes la irá perfeccionando hasta el día de Cristo Jesús. 7 Es justo que yo piense así de todos ustedes porque los llevo[a] en el corazón; pues, ya sea que me encuentre preso o defendiendo y confirmando el evangelio, todos ustedes participan conmigo de la gracia que Dios me ha dado. 8 Dios es testigo de cuánto los quiero a todos con el entrañable amor de Cristo Jesús. (NVI)
  • El apóstol Pablo le da gracias a Dios por la iglesia que fundó en Filipos. Me encantaría que nosotros también pudiéramos ser motivo de gratitud a Dios para otras personas. Que se diga: Le doy gracias a Dios por la Iglesia Nueva Esperanza, porque allí llegué a conocer el amor de Dios. Le doy gracias a Dios por la Iglesia Nueva Esperanza, porque allí mi familia fue restaurada.
  • ¿Cuáles son las marcas del progreso de esta iglesia por la cual Pablo da gracias? En primer lugar, vemos que una iglesia que progresa es una iglesia saturada con el evangelio. Pablo daba gracias a Dios, orando siempre con alegría, porque los filipenses habían participado en el evangelio desde el comienzo y hasta el presente.
  • ¿Qué es el evangelio? La palabra evangelio simplemente significa buenas noticias. El evangelio es el mensaje de lo que Dios ha hecho por nosotros en Cristo. Nuestra situación es ésta: nuestro pecado nos ha alejado de Dios y nos condena a la muerte eterna. Sin el evangelio, no tenemos esperanza ni futuro. Estamos condenados a una eternidad de sufrimiento y dolor.
  • Pero el evangelio nos dice que Dios nos ama. Su amor cruzó la distancia creada por nuestro pecado. Vino corriendo a nuestro encuentro, extendiendo sus brazos en la cruz para mostrarnos su amor. Él mismo pagó nuestra condena, para que pudiéramos ser libres. Sólo tenemos que arrepentirnos de corazón y entregar nuestra vida a Jesucristo. Así podremos vivir para siempre en el amor de Dios.
  • La primera marca de una iglesia que progresa es que el evangelio está en primera plana. Tengo que confesarles una tentación particular que enfrentamos los pastores. Es la tentación de medir el éxito de nuestro ministerio según la asistencia a los cultos, el número de bautismos y la cantidad de las ofrendas. Si la asistencia es alta, pensamos que todo va bien. Si bajan las ofrendas, nos preguntamos qué andará mal.
  • No quiero menospreciar estas cosas. A fin de cuentas, la asistencia mide el número de personas que se han reunido para alabar a Dios. El número de bautismos refleja personas individuales que se han entregado a Cristo. Las ofrendas demuestran nuestra lealtad y fidelidad a Dios, y sirven para sostener los ministerios de la iglesia.
  • Pero he llegado a comprender que cometemos un error cuando sólo nos fijamos en estos números, en lugar de darnos cuenta de lo más fundamental. Lo fundamental es el evangelio. Si valoramos el evangelio, nos reuniremos para celebrarlo. Si estamos proclamando el evangelio, las personas se estarán salvando y veremos bautismos. Si estamos agradecidos por el evangelio, seremos fieles en darle al Señor. El evangelio lleva a todo lo demás.
  • Imaginemos, por un momento, a una madre que lleva a su bebé al pediatra para una cita. El pediatra mide el tamaño del bebé, y luego le dice a la madre: Su bebé no está creciendo como debería. La madre le contesta: Gracias por avisarme, doctor. Vamos a tratar de estirarlo. Lo voy a colgar en el closet por la noche para que se alargue.
  • ¿Creen que funcione ese plan? ¡Claro que no! La solución a ese problema es ver que el niño se esté alimentando bien, que no haya ninguna traba a su crecimiento y que esté sano. Si está sano y come bien, crecerá. De igual modo, si como iglesia ponemos el evangelio al centro de nuestra vida, el crecimiento vendrá de manera natural.
  • Es bueno medir la asistencia y las ofrendas, pero más importante es preguntarnos: ¿Qué importancia le estamos dando al evangelio? Si queremos que el evangelio tenga prioridad en la iglesia, tenemos que darle prioridad en nuestras vidas personales. Eso significa hacer memoria del evangelio y predicarnos el evangelio a nosotros mismos.
  • También significa recordarles el evangelio a nuestros hermanos. En nuestras conversaciones, hablemos del evangelio. Además, significa que estaremos atentos a las oportunidades que Dios nos da para compartir el evangelio con los que no conocen a Jesucristo. Una iglesia que prospera se satura del evangelio.
  • La segunda medida del progreso de una iglesia es que colabora con Dios. Quiero que observemos con cuidado los versos 6 y 7 para ver esto. El verso 6 es muy conocido, y con justa razón. Nos da la seguridad de que Dios termina lo que comienza. Nos ayuda a confiar en que él terminará su obra en nosotros también.
  • Así como Dios comenzó una obra en los filipenses, él ha comenzado una obra en nosotros también. Ninguno de nosotros está aquí en esta mañana por casualidad. No es por accidente o por coincidencia. Estamos aquí porque Dios nos llamó. Estamos aquí porque Dios está trabajando en nuestras vidas. Si él comenzó esta obra, podemos estar seguros de que él la terminará.
  • Años atrás, compré a precio descontado un curso que prometía enseñarme a crear páginas web. Pensé que fácilmente podría aprender a crear sitios en Internet y quizás ganar un poco de dinero. Sin embargo, nunca me di el tiempo. Los discos del curso acumularon polvo en mi escritorio durante años, hasta que por fin me di cuenta de que se habían vuelto obsoletos, y los tiré a la basura.
  • Quizás puedas recordar algún proyecto similar que comenzaste sin terminar. Déjame decirte que Dios no tiene proyectos sin terminar. Lo que él comienza, lo acaba. Podemos confiar en que Dios está obrando. Pero hay una evidencia de la obra de Dios, y esto se menciona en el verso 7.
  • Podemos estar seguros de que Dios está obrando cuando nos ponemos a trabajar en su obra. Cuando participamos en lo que Dios está haciendo, esa colaboración se hace poderosa.
  • Piensa en la manera en que se mueven los molinos de viento. En las zonas donde el viento sopla con fuerza, se levantan enormes conjuntos de molinos para generar electricidad. Para que el molino funcione, se necesitan dos cosas. En primer lugar, el viento tiene que soplar. En segundo lugar, el molino tiene que posicionarse de tal modo que el viento haga girar las aspas.
  • Así es con la obra de Dios en su iglesia. Dios está obrando. Eso es indudable. Podemos confiar en su obra. Podemos contar con su poder. Podemos estar seguros de que él no dejará su obra incompleta. No tenemos que preocuparnos de que él nos vaya a abandonar o a dejar caer.
  • Pero también nos toca hacer algo. Nos toca dejarnos llevar, como las aspas de un molino, por su poder. Nos toca aprender a trabajar para el Señor, pero no con nuestras propias fuerzas o motivaciones. Nos toca aprender a dejarnos llevar por su Espíritu para que nuestro servicio se haga en su poder y no el nuestro.
  • Una de las muestras de esto es que pasamos tiempo en oración. Cuando oramos, expresamos nuestra dependencia sobre el Espíritu Santo. Cuando no sentimos la necesidad de orar, muchas veces es porque pensamos que lo podemos hacer solos. Confiamos en nuestras propias fuerzas, en lugar de movernos bajo el poder del Espíritu Santo.
  • Una iglesia que progresa es una iglesia que ha aprendido a confiar en Dios y depender de su poder, pero no como pretexto para la flojera. Más bien, los miembros de la iglesia que progresa participan alegremente en lo que Dios está haciendo porque saben que él les dará el poder para llevarlo a cabo.
  • Cuando una iglesia se satura del evangelio y colabora con Dios en su obra, el producto es alegría y amor. Al principio de su oración, el apóstol Pablo expresa la alegría que le causa recordar a los filipenses. Al final, menciona el amor que les tiene, un amor entrañable y sincero, el amor de Jesús.
  • La iglesia de Filipos no era perfecta. Tenía defectos. Pero era una iglesia buena, una iglesia que progresaba, porque estaba saturada del evangelio y colaboraba con Dios. Si catalogáramos a nuestra iglesia, ¿podríamos decir lo mismo? ¿Valoramos el evangelio? ¿Lo compartimos? ¿Lo amamos? ¿Dejamos que Dios obre a través de nosotros?
  • Sé que nuestro futuro será brillante, pase lo que pase en el mundo, porque el evangelio es verdad y porque el poder de Dios está obrando. ¡No nos quedemos atrás! Caminemos juntos en el evangelio y en el poder de Dios.
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